sábado, 4 de febrero de 2017

FALACIAS NACIONALISTAS


Cuando falacias groseras pasan por evidencias naturales…

En una editoria el Dr. de la Vanguardia presenta la ventaja de la economía catalana en las exportaciones y la internacionalización de su economía como una prueba de que el “procés” no es desastroso y que por tanto, se sugiere, tampoco lo tiene porque ser la independencia. Es más, no hay duda de que lo sería económicamente, es decir en todo, beneficiosa, una vez que Cataluña “se libere”.

No hay porque dudar de estos datos. Cuando ante la crisis la economía española ha respondido acentuando su internacionalización, es lógico que la región más avanzada y desarrollada económicamente lo haya hecho en mayor medida. Pero eso no demuestra que se haga a pesar del resto de la economía española, sino más bien que la pertenencia a la economía española no sólo es un impedimento sino una ventaja. Que Cataluña prospere dentro de España no es argumento para salir de España, sino para continuar en España. Los abogados de la causa antiespañola debieran dar razones en favor de que la permanencia en España es perjudicial, antes de dar por supuesto que la salida sería beneficiosa o incluso más beneficiosa.

El único argumento que conozco, pretendidamente serio, es el desajuste de la denominada “balanza fiscal”con el resto del “Estado”, tema hirsutamente técnico en el que se confunde el uso que otras regiones hacen de los impuestos procedentes de las más ricas con la justicia de que las más ricas aporten más. A este respecto se omite el alto grado de integración de la economía catalana en la española, hasta el punto de que no creo que sea una exageración apuntar que por lo menos desde el s. XIX la economía española se ha organizado tomando como centro la economía catalana. Ningún eje ha condicionado más toda nuestra economía que la alianza entre el “Estado” y la burguesía catalana, cualquiera que haya sido el régimen político. Que la burguesía catalana haya seguido una línea inquebrantable de deslealtad política con el resto de España y que la sociedad española en su conjunto no haya sido capaz de crear otros ejes económicos alternativos, no quita que en esa relación casi contractual no haya redundado en el beneficio mutuo en conjunto.
Seguramente que el mal uso que se hace en las regiones económicamente más retrasadas de las aportaciones de las regiones más ricas tiene raíces profundas, pero la ausencia de compromiso político de la burguesía catalana con la política general del Estado no ha sido precisamente un factor corrector. Al menos aquí se ha creado unas estructuras que permitirían a estas regiones prosperar más de lo que lo hacen si primaran políticas no clientelares.

La cruda diferencia en la “balanza fiscal” no es más que una pieza de un conjunto, en el que la economía catalana se haya beneficiada con creces. El privilegio de los vascos y navarros es una distorsión y no un modelo que se pueda aducir. ¿Acaso en la Unión Europea, escenario en el que los separatistas sitúan imaginariamente la independencia, Cataluña no tendría que contribuir con creces al menos tanto como lo hace con el resto de España actualmente? ¿Acaso las naciones y regiones más pobres destinatarias usarían mejor esa contribución que ahora lo hacen las regiones más pobres de España?.

Para el imaginario separatista lo que no mata engorda. Se adujo para llamar a la independencia que la pertenencia a España abocaba a Cataluña a la crisis y la pobreza, como se aduce que luchar por la independencia no evita que Cataluña siga prosperando. No es muy aventurado suponer que este progreso reciente de la economía catalana se enmarca en la pertenencia a la U.E. de España y a una situación de estabilidad, debida en gran medida a la decisión del gobierno español de hacer caso omiso del Procés y proteger la quebrada Hacienda catalana. En buena lógica el Estado tendría que presumir de que a pesar del Procés ha hecho posible que la economía catalana tirase adelante, en bien suyo y de toda la economía española.

Parecida falacia es la de que el Estado sólo ofrece el cumplimiento de la ley, es decir “represión” según la mentalidad separatista, en lugar de ofrecer razones mas convincentes a la presunta sociedad crítica catalana. De un golpe mezcla el “reseñista” las medidas políticas y la línea retórica y de propaganda (ahora se dice “discurso”).

Ante el órdago separatista del todo o nada, (a nadie se le debe ocultar que reconocer “el derecho a decidir” es dar carta de naturaleza a la separación tenga esta lugar o no, a corto o largo plazo), hay poco que negociar. Ya el gobierno se ha ofrecido a negociar cualquier asunto de “todo lo demás”, sin que por eso los separatistas se sientan muy presionados ni frenados.

Tiene entonces razón el Sr. Antich en que el gobierno, yo diría la clase política no podemita de toda España, ni explica, ni defiende más allá de decir que hay que cumplir la ley (fijense que no se dice “aplicar”). ¿Pero qué tiene que explicar y defender? Sin duda las razones por las que hay que aplicar la ley, pero por encima de ello que la ruptura de la solidaridad, cualquiera que sean los términos en que esta se determina, es inadmisible por el tremendo perjuicio que tendría para toda la sociedad española, catalana incluida. La separación sólo puede darse de mutuo acuerdo y hay muchas razones para creer que eso sería un mutuo suicidio. Pretender que toda España se suicide y no sólo Cataluña es pedir demasiado. Desde luego hay razones para no suicidarse, sólo hay que atreverse a darlas.

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