sábado, 11 de marzo de 2017

HUBO UN MAGNICIDIO


En gran medida la reacción de la sociedad ante el 11M y sobre todo la voluntad de olvidarlo es la mayor evidencia de la imposibilidad de la sociedad española de resolver los problemas que ella misma crea y que atenazan sus reflejos morales. Cuesta admitirlo, pero angustia la sospecha de que no se vieron a los muertos como muertos de todos, sino muertos de algunos; no se vio en ello un atentado contra todos los españoles, sino un castigo merecido a ellos, los no nuestros, a cuenta de la sangre de inocentes.

Para quien conserve un mínimo de conciencia, problema del que quedan eximidos los muchos que no empezaron a tener conciencia alguna, es temerario ir contra la corriente, pero también es cobarde no hacerlo, máxime cuando la corriente lo es todo. Desde el escepticismo y la ilusoria prudencia sólo se me ocurren algunas conjeturas y dudas que no tocan nada del fondo, es decir las cuestiones cruciales de quién lo perpetró y para qué. Es decir con qué fin se frustró la continuidad previsible de un gobierno de la derecha y por quienes.

Aunque parezca sorprendente que, pasado el primer momento y con el tiempo, el PP asumiese la versión que le perjudicaba contra todo tipo de pruebas y evidencias, no lo es tanto. Cabe conjeturar si la versión de la autoría de ETA era una artimaña, si creían en ella, si simplemente se protegieron ante lo que parecía más evidente o vieron una oportunidad de beneficio electoral. El hecho es que, desbaratada esa versión, la opinión pública por abrumadora mayoría, y sobre todo hegemonía, sólo estaba dispuesta a creer en la pista islámica o en cualquiera otra que condujese a la culpa del Gobierno por el apoyo a la agresión de Bush a Iraq.

El PP una vez indefenso ante la izquierda optó por quitarse de en medio, temeroso de que hurgar en los fondos lo pusiese más ante los focos de la opinión pública, convertida en verdadero tribunal inquisitorial. Cualquier evidencia contraria a la pista islámica sería considerado una coartada para evadir su culpa. Pudo existir un pacto explícito o sólo tácito entre la nueva dirección socialista y la del PP, pero en la práctica los resultados son los mismos. A los socialistas no les interesaba mover nada para no perder la posición de dirección alcanzada y tal vez por no sufrir una contaminación insospechada; al PP no le interesaba que le removieran la vergüenza de la aventura de Iraq, pues de seguir con ello podía verse en el sumidero.

A estas alturas choca tanto como el silencio olvidadizo sistémico y mediático de la opinión pública y la publicada, el recuerdo de la torpeza que demostraron los mandatarios de la derecha trás el momento crucial del magnicidio y en el proceso que desembocó en el mismo.

Dado el escaso sentido que tiene la derecha española de los móviles que subyacen a las actitudes colectivas, resulta hasta cierto punto comprensible que Aznar se embarcase en la aventura con Bush despreciando el alcance de la reacción social que iba a producir y que significó la resurrección de la influencia social de la izquierda.

Pero es mucho más sorprendente que no demostrase destreza alguna en lo que se supone capacidad propia de la derecha, hablando históricamente. Ahora vemos que se lanzó a la aventura de Irak sin control alguno del subsuelo del aparato del estado. Llegando al extremo, esta es la impresión, de que una vez desatado el ciclo del 11 M, tuviera que tragar con las maniobras de los “otros” de los suyos y admitir la iniciativa y el mando de estos.

Ante tanta debilidad, sólo el desconocimiento de su verdadero poder del que depende la supervivencia de todo gobierno y Estado y la presunción de que todo estaría bajo control explica que obviase algo tan elemental como comprometer a la oposición en la gestión pública del magnicidio. ¿O se temía algo inconfesable?

El pueblo en general y la opinión pública ha admitido el silencio oficial y se ha involucrado con él. ¿Pero por qué su silencio si se estaba convencido de la versión oficial? ¿Qué mejor oportunidad que estos aniversarios para seguir culpabilizando “a la derecha”? Uno tiene la impresión de que en la conciencia colectiva prima una cierta idea de que “nos hemos pasado” al culpabilizar al PP, porque esto parecía sino justificar, sí otorgar una cierta comprensión a los presuntos autores islamistas. Pero igual que la clase política ha puesto sordina con gran eficacia, cabe también suponer que en gran parte de la población se han ido filtrando muchas dudas, cuando se han templado los miedos y las pasiones. Pero dudas que, de momento al menos, no empujan a aclarar sino a no ventear lo que puede resultar dudoso. Demasiado miedo a lo desconocido para que eso sirva de pegamento de la cohesión social.

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