sábado, 15 de septiembre de 2018

EL HONOR DE FRANKENSTEIN


Después de que otro chispazo, en este caso inesperado y casirevocatorio, amenace con hacer devolver al engendro de Frankenstein a la nada que debiera ser su condición natural, conviene no olvidar que nada es más peligroso que un soberbio descubierto, máxime si se siente destinado al poder absoluto.

El ciudadano anónimo P. Sanchez se descubrió a sí mismo cuando se vio elevado por las bases y cayó en la cuenta del beneficio que podía suponerle el viento de cola de la “sonrisa del destino”. Al renacer en el Partido y al encumbrarse a la jefatura del gobierno de la nación, bien pudo saludarse como el maestro insuperable de la audacia, habilidad que con estas pruebas bien debería, a su modo de ver, encabezar la tabla de las virtudes “políticas”.

Cuando por primera vez en su carrera se ha topado de bruces con lo que es la política de verdad y a probar su medicina no puede evitar sentirse víctima de una conspiración infame. Pero no es muy aventurado sospechar que su evidente rabia y abatimiento no se debe sólo a que se ha desmontado la jugada de “Dos en uno" de desenterrar al exdictador, pues pese a sus fantasías de él y los suyos ya el Dictador lleva enterrado políticamente desde que lo metieron en la tumba, y de paso empapelar a uno de los que quiere hacer pasar por su heredero.

Lo más grave es que tiene que arrostrar la pérdida de eso tan evanescente que los antiguos llamaban “honor” y para lo que los modernos no han encontrado un término igualmente válido, salvo eso de la “matrícula de honor”, rescoldo que en buena LOGSE debiera extinguirse o democratizarse. Pero todos nos entendemos. Tanto es así que pese a su facundia y al convencimiento de que el aval de sus éxitos son sus méritos de líder acrisolado y no el azar o el designio de quienes en nuestro país se han convertido en los verdaderos poderes fácticos, el instinto de supervivencia le ha llamado a mantener “su” “Tesis” en secreto y en cuidadoso resguardo hasta el momento.

Porque una vez que ya es pública y por mucho cloroformo que su inabarcable corte de pelotaris y excusadores eche sobre la opinión pública, Sanchez no podrá desengañarse de que su nulidad intelectual es no menos notoria y “visible”, más allá de que pueda camuflar y enredar los plagios, encargos, enchufes y circunstancias adyacentes .

Y junto con la constancia de su vacuidad intelectual, que no puede dejar de lastrar su conciencia existencial, tendrá que arrostrar en conciencia la sospecha de que sus presuntos méritos no son sino un montaje de los auténticos poderes fácticos, es decir el Himalaya mediático, esos que ordenan “de qué hay que hablar”.

Para cualquier ciudadano dedicado a su vida esto parece algo intrascendente, pero no lo es en absoluto para quien como su camarada Pablo y la casta redentora que los rodea se han educado (¡?) en la creencia de que son “los intelectuales orgánicos”, o parte de ellos, que han de transformar el mundo aplicando la “ciencia” antes “proletaria” y ahora “de género” o de “etnia suprema” o vaya Vd. a saber qué. Nada sería más ilustrativo que conocer los vericuetos de la carrera académica de P.Iglesias y Cía para conocer los hábitos de la especie que tiene por hábitat ciertas carreras y Universidades.

Pero en sí mismo este asunto de conciencia existencial y de moral pública no tiene una traducción directa en el juego político, a la vista del “juego de fuerzas” vigente. El engranaje que se está montando se ha de consumar si más chispazos afortunados no lo impiden. Sólo que a partir de ahora, pasado el susto, no le queda más remedio al “agraviado” de fino engendro que hacer de la necesidad de venganza virtud carismática, como los más acreditados fobodemócratas Y DEMOCRATOFOBOSsiempre han sabido hacer.

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