Rajoy y Sanchez
vienen a coincidir en la incredulidad sobre los fines reales de los
secesionistas y en que lo procedente es combatir el matonismo
institucional y callejero con el Nirvana y el precepto bíblico de
poner la otra mejilla llegado el caso.
El cambio de Rajoy a
Sanchez es en sumo grado sutil, por mucho que Sanchez lo envuelva de
extremosa solemnidad. Hemos pasado de la antropología parda al
progresismo “antropológsico”. Se deduce de la antropología
parda de Rajoy que todo el mundo y especialmente los líderes obran
por sentido común y no iban a ser menos en la patria del “seny”,
aunque es comprensible y humano que a veces se les vaya la olla.
Desde su
advenimiento “antropológsico” Sanchez debe su convencimiento a
que todos los problemas y males los crea la derecha y que el
nacionalismo no es sino una reacción comprensible contra esta lacra,
como en el fondo ocurre con el socialismo. La fe en el diálogo a
cualquier precio tiene su su razón de ser en que los nacionalistas
tarde o temprano se darán cuenta de que lo suyo no es la
independencia sino la extirpación de la derecha, centralista y
franquista de natural.
Rajoy pretendía
que el oasis catalán quedase tranquilo, es decir lo dejase
tranquilo. Sanchez pretende que el nacionalismo colabore en la tarea
común de extirpar el bulbo “franquista”, es decir todo lo que no
tenga el aval democrático que otorga la izquierda. Para ello qué
menos que tener también derecho a otorgar certificado y carnets de
demócratas amén de disfrutar de un autogobierno total exceptuada la
formalidad de la independencia de iure.
Rajoy dejaba campar
a sus anchas al matonismo por una mezcla de pura displicencia y miedo
a no recibir nunca el certificado de demócrata. Sanchez lo hace
porque cree que en el fondo el independentismo no es más que una
forma de antifranquismo.
Pero a la vista de
que no hay manera de que los lazis dialoguen algunos explican la
contumacia de Sanchez por su sinuosa astucia. Tanta delicadeza y
maquiavélica deferencia hacia los golpistas tendría por fin
cargarse de razones e intervenir si hace falta con todas las de la
ley. Como si fuera un doctor que receta a su paciente hipertenso y
cardíaco recalcitrante, atiborrarse de chorizos, morcillas,
salchichas, butifarras y demás suculencias para que cuando reviente
se someta a estricta dieta. Pero en realidad tal doctor ve al
paciente bien sano y sólo necesitado de algún digestivo al cabo de
cada comilona. Vamos que según Sanchez los nacionalistas tienen
razón en el fondo aunque debieran ser más comedidos en algunas
formas y modales. Y no es cosa baladí que guarden un poco las
formas, de ello depende de que haya un gobierno “antifranquista”
por años y legislaturas.
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