domingo, 2 de septiembre de 2018

PASIÓN DE INCRÉDULOS



Rajoy y Sanchez vienen a coincidir en la incredulidad sobre los fines reales de los secesionistas y en que lo procedente es combatir el matonismo institucional y callejero con el Nirvana y el precepto bíblico de poner la otra mejilla llegado el caso.

El cambio de Rajoy a Sanchez es en sumo grado sutil, por mucho que Sanchez lo envuelva de extremosa solemnidad. Hemos pasado de la antropología parda al progresismo “antropológsico”. Se deduce de la antropología parda de Rajoy que todo el mundo y especialmente los líderes obran por sentido común y no iban a ser menos en la patria del “seny”, aunque es comprensible y humano que a veces se les vaya la olla.

Desde su advenimiento “antropológsico” Sanchez debe su convencimiento a que todos los problemas y males los crea la derecha y que el nacionalismo no es sino una reacción comprensible contra esta lacra, como en el fondo ocurre con el socialismo. La fe en el diálogo a cualquier precio tiene su su razón de ser en que los nacionalistas tarde o temprano se darán cuenta de que lo suyo no es la independencia sino la extirpación de la derecha, centralista y franquista de natural.

Rajoy pretendía que el oasis catalán quedase tranquilo, es decir lo dejase tranquilo. Sanchez pretende que el nacionalismo colabore en la tarea común de extirpar el bulbo “franquista”, es decir todo lo que no tenga el aval democrático que otorga la izquierda. Para ello qué menos que tener también derecho a otorgar certificado y carnets de demócratas amén de disfrutar de un autogobierno total exceptuada la formalidad de la independencia de iure.

Rajoy dejaba campar a sus anchas al matonismo por una mezcla de pura displicencia y miedo a no recibir nunca el certificado de demócrata. Sanchez lo hace porque cree que en el fondo el independentismo no es más que una forma de antifranquismo.

Pero a la vista de que no hay manera de que los lazis dialoguen algunos explican la contumacia de Sanchez por su sinuosa astucia. Tanta delicadeza y maquiavélica deferencia hacia los golpistas tendría por fin cargarse de razones e intervenir si hace falta con todas las de la ley. Como si fuera un doctor que receta a su paciente hipertenso y cardíaco recalcitrante, atiborrarse de chorizos, morcillas, salchichas, butifarras y demás suculencias para que cuando reviente se someta a estricta dieta. Pero en realidad tal doctor ve al paciente bien sano y sólo necesitado de algún digestivo al cabo de cada comilona. Vamos que según Sanchez los nacionalistas tienen razón en el fondo aunque debieran ser más comedidos en algunas formas y modales. Y no es cosa baladí que guarden un poco las formas, de ello depende de que haya un gobierno “antifranquista” por años y legislaturas.

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