La irrupción de Vox requeriría de Cs mucho tacto y profundidad de
miras, es decir algo tan inusual en política como el sentido de la
objetividad. Pero desde que se ha vuelto devoto de la Santa Mediática
Progre Rivera pretende acaparar la virtud centrista a golpe de
conjuro y dudoso gusto. De ser consecuente toda su estrategia cuelga
del hilo de que el PSOE se formalice y rompa su emparejamiento con
podemitas y separatistas. Es posible que Rivera crea desde siempre
que el PSOE siempre será constitucionalista y que la aventura
sanchista es un sarpullido oportunista llamado a evaporarse. En este
tipo de apreciaciones Rosa Diez, lástima, demuestra mucho mas cuajo
político que Rivera, bien escarmentada de la deriva del socialismo
real.
Dicho de paso, se
nota lo que todavía pesa en Rivera los restos de la cultura del
eurocomunista PSUC, cuyo intríngulis sin duda desconoce pero que
late en la vieja guardia de Cs, para quienes sólo las izquierdas
podían ser demócratas “burgueses”, y las derechas españolas
son merecedoras de la condena eterna de no ser más que franquistas
vergonzantes. Al enfrentarse al sanchismo/separatismo Rivera se hizo
merecedor para estas huestes de ser Primo de Rivera, y quien sabe si
esto le ha provocado efectos traumáticos.
Todo es conjeturable
pero es razonable pensar que esta igualación, impostada o creída
habría que ver, entre Vox y los separatistas y podemitas le cierra a
Rivera la vía que, es de suponer, busca: influir en las
contradicciones socialistas para reconducirlo a la senda
Constitucional o para sustituirlo desde el centro. Porque la
estrategia sanchista va a girar descaradamente en torno a la lucha
contra el espantajo de la ultraderecha y, aunque no lo pretenda
Rivera la avala, al dar por buena esa calificación. Es el pretexto
de Sanchez para revalidar su actual mayoría en las próximas
elecciones y configurar un sistema confederal sin “derechas”, que
de eso se trata y no simplemente, como es de candidez universal,
aguantar dos años en el poder por gusto. Tenga o no claridad Sanchez
sobre lo que pretende, proyecta y sus posibilidades, se ha metido en
un berenjenal que lo arrastra de esta manera por la senda
anticonstitucional, guste o no a los barones.
Debiera ser obvio
que Vox es un partido de derechas de toda la vida, como cualquier
partido de derechas europeo considerado desde el punto de vista de su
pureza identitaria, que emerge por el peligro nacional y al que le
angustia los peligros de la construcción europea. Cabe mucha crítica
e incluso enfrentamiento por su perfil y programa, pero si se trata
de defender la Constitución no hay razones, para no hablar con Vox y
hablar por ejemplo con Sanchez y no digamos Podemos.
Por supuesto hay que
hablar con Sanchez porque el público que sigue a este personaje no
es sanchista y se cree en su inmensa mayoría moderado siguiendo a
Sanchez. Pero al establecer Rivera la censura de Vox tendrá que
asumir guste o no guste la hegemonía sanchista. Porque Rivera ha
podido disimular el acuerdo con Vox como un problema de Vox, al
contar con un escenario poselectoral favorable, que hacía imposible
que Vox no apoyase la salida de Susana en cualquier condición.
Pero en las próximas
elecciones el tema estrella será el coco de la “ultraderecha” y
sobre todo la definición de Cs. ¿Cree viable estar en la
indefinición del distanciamiento sin que esto se vuelva en su
contra? Lo dicho, el reclamo de un pacto de constitucionalistas con
PP y PSOE sólo tendría un mínimo de credibilidad si el PSOE,
sanchista o no, ofrece alguna señal comprometedora de romper con los
anticonstitucionalistas. ¿Lo cree sinceramente posible Rivera? ¿cree
posible incidir en las contradicciones del PSOE y a su vez avalar la
esencia del discurso del que depende el futuro del PSOE y que lleva
inexorablemente al enfrentamiento absoluto con Cs de no rendirse
este?
Es evidente que mientras Sanchez pueda disimular su colaboración con los separatistas y sobre todo las consecuencias de las mismas el público de izquierdas preferirá a un Sanchez aguerrido contra los "fachas" que un Rivera al que por mucho que lo intente siempre será sospechoso para estos y para la Santa Mediática.
Es evidente que mientras Sanchez pueda disimular su colaboración con los separatistas y sobre todo las consecuencias de las mismas el público de izquierdas preferirá a un Sanchez aguerrido contra los "fachas" que un Rivera al que por mucho que lo intente siempre será sospechoso para estos y para la Santa Mediática.
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