viernes, 4 de octubre de 2019

ANTE LA PARÁLISIS


Por debajo del pacto explícito que permitió la transición se gestó uno no escrito que dividía a la clase política entre “los demócratas” y los “herederos del franquismo”, vulgarmente “progres” y “fachas”, pacto que por supuesto protagonizaron los socialistas con todas las izquierda y los nacionalistas, excluida la ETA y demás por razones obvias. Pero lo destacado no era tanto el mecanismo político que se ponía en marcha sino la implantación del modelo ideológico al que la opinión pública y la clase política se ha atenido hasta hoy. De ahí los complejos de la derecha y la prerrogativa socialista de adjudicar el aval de legitimidad democrática.

Mientras parecía que “las dos Españas” quedaban enterradas, no fue preciso que los nacionalistas exhibiesen su deslealtad. Mientras que por el contrario sin necesidad de mostrar lealtad ocuparon las plazas fuertes de Cataluña y el País Vasco como plataformas para futuras y más heroicas empresas que la prosaica tarea de gestionar una “mera autonomía”.

El punto de inflexión o más bien la vuelta de tuerca definitiva se produjo cuando, ya una vez declarada la deslealtad nacionalista y su deriva separatista (asunto Estella), ZP , en aplicación del “Discurso del método”, formalizó y consagró el pacto contra la derecha, aun a costa de excitar en Cataluña el sentimiento de agravio nacionalista de forma imparable y de bendecir las tentativas levantiscas como muestras de la vitalidad reivindicativa de los pueblos.

ZP pertenece a esa estirpe socialista, y en general izquierdista, que cree que el “problema de España” se resuelve con menos España, porque en lo fundamental el separatismo sería consecuencia de “los separadores”, o incluso una mero espantajo de estos. Más ingenuamente atribuye las ansias centrífugas y disolventes a un conglomerado de razones históricas y de desencuentros afectivos que se arreglan demostrando de buena fe que “los españoles” (o sea los no nacionalistas) nos hemos equivocado con los pueblos avecinados que claman por su identidad pero queremos rectificar y proceder con verdadera simpatía con los agraviados por nuestro mal fario.

Sanchez en esa línea lo ha fiado todo a que los separatistas acojan su mano tendida y profundicen las expectativas que se fraguaron con la moción de censura. Ahora la amenaza aplicar el 151 u otras formas de intervención en Cataluña parece una rectificación en toda regla que removería la piedra angular de la estrategia histórica del socialismo desde la transición.

No creo que le mueva solo el electoralismo, la mezquina aspiración de laminar a Cs y ocupar el centro. ¿Qué política de los políticos no tiene una parte mayor o menor de electoralismo?. Pero en concreto: ¿Qué podría hacer de repetirse abiertamente el golpe de Estado? Es evidente que o dejarlo pasar admitiendo su éxito o intervenir de forma más drástica que en el primer intento. Como el PSOE no puede hacer más que esto último sino quiere que la historia lo barra, tiene su sentido que se anticipe al menos verbalmente y avise. Que Iceta ande agazapado y no abandere esta amenaza deja claro la ambigüedad de un mensaje que se pretende soterradamente ambiguo. Con este banderín de enganche, y si se tercia coche escoba, se está a la espera de que Jonqueras no se sume a la rebelión y que incluso la paralice, pues la alternativa sería perder la oportunidad de conquistar el “estatuto perfecto”. Y lo que es peor poner la política nacional en manos del demonio de “las derechas”.

A nadie se oculta, y es de creer que menos aún a los socialistas, que en términos prácticos la intervención de la autonomía, por muy trivial que pretendiera ser, obligaría al acuerdo con los constitucionalistas y alejaría hasta las kalendas griegas los fervores frentepopulistas. Puede que Sanchez aun sueñe, tan enconado es, con que este sobrevenido “patriotismo electoral” le depare jugosos réditos como para no tener que comprometerse más de la cuenta con “las derechas”, reclamando de estas un apoyo incondicional ante la gravedad de las circunstancias, y a la vez obligue a las camadas de los hermanos podemitas a no contribuir a la voladura de “la izquierda de todos”. Es decir una reedición de la política de “manos libres” pero a lo grande dada la cercanía del abismo.

Pero por una vez la audacia del Dr, es dudoso que ZP se hubiera atrevido a mentar la intervención, favorece las posibilidades del constitucionalismo frente al separatismo y las ilusiones frentepopulistas. Por poco que los constitucionalistas afinen y se afinen.

Pues al fin y al cabo ¿no está dando la razón al constitucionalismo que le reclama desligarse de sus componendas con los separatistas? Aunque le cueste, dado lo profundo de su fe frentepopulista, el Dr tiene que estar dándose cuenta de que los separatistas no son alas con las que volar sino cadenas que pueden paralizar. Y nada es peor para el audaz que la parálisis.

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