domingo, 20 de septiembre de 2020

AGOTADO DR. SIMÓN.

            El Dr. Simón es uno de esos afortunados personajes que parecen haber nacido para gustarse a sí mismos. Para quien tiene esta pasión el mundo con sus dramas y tragedias es un rumor que se insinúa emboscado en la inescrutable lejanía. Quien pasa a ser además figura televisiva con todos los focos y atenciones en su torno corre el peligro de idolatrarse. El Dr. Simón no es un héroe a contracorriente de las tentaciones del mundo y ha sucumbido a la imagen de sus encantos. Tiene que ser por encima de todo estrella de sí mismo.


            Pero el Dr. se cansa y agota cíclicamente. Recurre a vacaciones excitantes y aventureras, además a la vista de todos. Es bueno compartir el gusto por uno mismo, multiplica la satisfacción. Ha evitado parajes más plácidos, algún balneario, alguna playa discreta e hipnotizante, por ejemplo. Señal de que no es lo excitante de su labor, la encomendada, lo que lo agota. Más bien parece que lo agota el aburrimiento.


             ¿Por qué el Dr. Simón se aburre? ¿no tiene nada que hacer? Sin duda que hace mucho, pero con poca ocasión para la pasión. Anda abrumado de cifras y gráficos que seguramente se ha de comer y guisar sólo. Eso va atrofiando. Pero tiene un respiro para su creatividad y estimarse en su justo valor. No es poca cosa tener que sintonizar el mensaje público con el dictado recibido, en medio de la vorágine de indiscreciones de la turba mediática con la que ha de verse. Pero en esto también los hados son propicios. El grueso de los emisores que cuentan son comprensivos y promueven su gloria.


             Tiene una labor refinada que requiere mucha concentración. Es lógico que tenga algún desliz y se le escape alguna amenaza. Como la de tornarse una nariz con un dedo dentro. Pero todo es pasajero. Vueltas las aguas a su cauce se aburre.


             Pero su cuota para la creatividad se quedaba cada vez más estrecha y menguada. Porque encontró inmediatamente de forma natural el punto de satisfacción y eficacia que su comendador precisa. Coser y cantar. El mensajero y el intérprete sabe mejor que su mandatario lo que este quiere. Todo acaba aburriendo.

             Podría tambalear la rutina ponerse a descifrar el contexto donde adquiere significado la diferencia entre 30.000 y 60.000. Seguramente de hacerlo como a cualquier persona de buen corazón se le caería encima tal plancha que lo haría polvo. Pero por suerte no lo tiene encomendado. Hacerlo es propio de quien dedica su vida a la Razón de Estado, o, por ser más precisos, a la Razón de la Causa. Para esto éste se basta y sobra.


             Es lo justo que por la noche el Dr. Simón descanse a pierna suelta. Tal vez tenga un recuerdo para todos aquellos a los que les ha alegrado la vida. Lleno de orgullo ahí está su contribución a la imaginería popular, con su estampa de diablo educado de toda corrección y de gélida inocencia. Promesa incluso de tiempos poco convencionales. Saludos virtuales para su club de Fans. ¿Algún recuerdo para los díscolos? Tal vez alguna sonrisa irónica. La que según cuentan tenían los dioses olímpicos cuando se acercaban a los asuntos humanos como si de una comedia se tratase rebosante de quejas y maldiciones. ¿Para qué pensar mal si se han acompasado los aplausos urbi et orbe.? ¿no incluían también a su persona?


            ¿Pero no se le puede subir el estrellato a la cabeza? De no dar el salto a personaje virtual liberado de la carga que impone el engranaje de “la responsabilidad” podría tornarse un personaje melancólico. El verdadero Dr., el Dr. más Dr. que imaginar quepa, debe estar en ello. Éste tan cansado como está no vino por mí sino por el PP., viene a comentar. No puede ir mucho más allá pues han convivido osmóticamente, ¿o sí? Con la vuelta otoñal el Hado de la Causa reflexiona. Si el destino es el estrellato de andar por la tele, que su público lo disfrute y bendiga.


            También se puede reflexionar de otra manera. Sabemos mucho por desgracia de la banalidad del mal. ¿Sabemos algo de la banalidad del bien? En cuanto al buen buenista me refiero.



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