lunes, 26 de diciembre de 2022

DISCURSO REAL EN ESTADO DE SITIO

 

Es tan inquietante la lucidez y prudencia de Felipe VI para los enemigos del régimen constitucional, como, sino tranquilizador, al menos esperanzador para quienes creemos en la democracia y el derecho.


Consciente, es de suponer, de que el régimen de la transición se encuentra en estado de sitio ha apelado a Europa y a la confianza de los españoles a sabiendas de que él mismo y la Unión Europea son los principales obstáculos para que el frente popular gubernamental se atreva a consumar la tragedia.


Porque sólo Felipe VI es capaz de conseguir que la opinión pública se tome en serio la trascendencia del peligro que corre la España constitucional.


Y porque la desafección de Europa haría peligrar el bienestar al que la sociedad española se ha acostumbrado desde hace décadas, sin que en este caso será fácil acondicionar la estrategia de la polarización. ¿Cuajaría en este caso el eterno recurso de la “alerta antifascista”?



Es obvio que Sanchez se ha metido en un camino sin retorno, seguramente que muy a su placer, y tendrá que seguir atendiendo las demandas de los saboteadores de la democracia hasta el momento decisivo de que le exijan completa satisfacción. Lo puede hacer por convicción o con la coartada de que la necesidad obliga, pero a efectos prácticos las consecuencias serán, están siendo, las mismas.


Por ahora tiene que proceder a apropiarse de la cúpula judicial. Es un paso incierto que lo puede poner en evidencia ante Europa. En la duda y la zozobra ha de alternar entre la terapia podemita separatista y la terapia de la Von der Leyen a modo de segunda opinión.


Estando en su sitio el Jefe del Estado ha dejado clara su voluntad, sin tropiezo que lo ponga en el disparadero de un socialismo que se adjudica ser la panacea constitucional ante los suyos y sugiere ser el ariete anticonstitucional ante sus socios. Lo único que puede tener claro es que no puede detenerse, mientras Felipe VI tendrá que concretar en el momento decisivo. 

 

Esperemos que aun le queden arrestos y capacidad de maniobra, porque bien triste es que la mayoría democrática de la población sólo busque zafarse de lo que reduce a una reyerta entre políticos que ni les va ni les viene. Mientras la clase política constitucionalista se debate en la perplejidad de tener que afrontar algo que el manual dice que es imposible que pueda ocurrir.

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