Para sus adeptos ser socialista en España es como ser católico o cristiano hasta entrado el XIX. Dado el mundo plural en que vivimos ha pasado de ser un instrumentos de representación a una secta en la que se encuentra sentido a la vida. Además tiene la misma ventaja de la antigua Iglesia. Por el hecho de entrar se entra ya lavado y purificado. Sobra un lavado de cerebro especial, basta con los rituales y ceremonias estatuidas y actos de obediencia debida. Con sus chivos expiatorios que de vez en cuando confirman las cohesiones. Lo decisivo es que fuera del “partido” la vida no tiene sentido.
Coincido en que el retrato de Nicolás Redondo es más que una
expulsión una excomunión. Nada más terrible. Remedando a cierto
politólogo de ingrato recuerdo,(K. Schmitt) manda el que decide quien sea el
chivo expiatorio y además lo hace notar. Pobre del réprobo.
Al fin y al cabo nada une más a un secta que el convencimiento de que la secta son los otros y que el réprobo se ha llevado su merecido..
Los que han salido
de una secta suelen vivir traumatizados el resto de sus días. Una
mezcla de vergüenza por haber caído en esas manos y de temor de ser
unos traidores. Mucho peor es todavía que ya fuera de la secta no se
tenga conciencia de que la secta es una secta. En estos casos hay que
tener mucho cuajo para no sentirse un traidor, en este caso al
“Discurso del Método”. El manantial de estas inundaciones.
Cada vez más nos
consolamos con que la historia pondrá a Su Sanchidad en su sitio,
cosa en la que éste está de acuerdo.La discrepancia es cual es su sitio. La historia es al fin y al
cabo el consuelo de los desesperados y el sueño de los fatuos y
tiranos. Y Sanchez lo tiene claro: la historia se ha inventado para darle la razón.
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