viernes, 5 de enero de 2024

DE CHULOS Y CHULERÍAS

 

Por lo que sea el barroco español ha nutrido al mundo moderno de los mitos más ilustres, entre los que bien luce el personaje de Don Juan. Personaje por partida doble. Personaje literario y personaje literario que hace de su esencia vital un personaje. Ha pasado por ser el mito del pecador libidinoso, pero por poco que se escape tales excesos son instrumentales. Están al servicio de su constitución como personaje del deshonor. O mejor del honor con retranca que tiene su dicha y valía en mancillar el honor del varón y la honra femenina, el más preciado tesoro del honor viril para la época, y de paso la beatitud pública. Primer personaje mediático donde los haya que salta de las alcobas a la plaza pública y de la plaza pública a las tabernas donde presume ante los entendidos. Y además es capaz de presumir ante los muertos, su muerto, y defender su honor/deshonor en abierto desafío al castigo infernal. (Fíjense que su opuesto en estas lides Fausto procedió inversamente, a cambio del alma se ganaba la vida lo cual puede tener que ver con las denominadas diferencias culturales). Es una chulería sin tacha, incluso sin la gota de cinismo que el jesuitismo de la época consideraba digno de cultivo por la causa de la fe. Mito universal de chulería con toda justicia, primer fruto luminoso y premonitorio de la nueva era político estética, la de la opinión pública a seducir.


La historia y la literatura de España y del mundo hispano abunda en todo tipo de individuos chulescos, testosterónicos unos, pícaros de Zarzuela que tanto admiró Nietzsche otros, eminencias de casino y sinfín de variantes. Pero raramente iban más allá de los límites de su personalidad, ni hacían de sus dones y habilidades el fundamento de un personaje. Nuestro presidente, que la historia lo ponga en su sitio, es una singularidad en esa estirpe por lo lábil, sinuoso y al mismo tiempo desenfadado en su desvergüenza, pero sobre todo es de los pocos que se ha construido como personaje con la materia de sus inclinaciones naturales.


Puede pasar con todos los honores por prototipo de chulería posmoderna, la que conviene al buenismo que ha de poner a la humanidad en su sitio. Su natural chulería de pasarela engrasa su chulería política, de la que ha hecho una virtud diabólica. Porque es lo diabólico el arte de dividir. Y tanto en lo natural como en lo artificial, lo personal como lo político ha formado un personaje chulesco integral dispuesto a encaramarse en la ola de la fama y de la historia. Si chulear es presumir con burla, burlándose de quien se ponga por medio incluso de aquellos ante quien se presume, nuestro Presidente puede presumir y convertir en su honor diferencial no sólo la promiscuidad en el mentir sino la gallardía de mentir a sabiendas que todos saben, por poco listos que sean, que miente. Obteniendo de ello un sabroso rédito político, dicho sea de paso.


El caso es de enredo mental. No sólo en lo político, sino también en lo psicológico e incluso lo teológico. Pues si todavía hubiera Doctores de santidad no es mal embarazo tener que dictaminar si es cinismo quien abiertamente actúa con cinismo con la pretensión incluso de que así se conozca y divulgue. Pero esto no nos alcanza y más bien la verdadera enjundia tiene que ver con la sociología y de resultas con el aprovechamiento político. Es decir con el tipo de personal que somos y nuestras tragaderas.


En la otra cara de la luna Ortega Smith bien puede presumir de que no hace de su persona un personaje ni lo pretende. Así es de chulo y honesto. Pero destella chulería natural, algo bien corriente, pero de extremo riesgo político en quien se ocupa de la cosa pública, ética aparte. Más bien su propensión, mucha o poca, a los accesos chulescos y energuménicos es bien poco política, por mal calibrada, y lo puede condenar a consumirse en su fuego interior de no ser capaz de sujetarse. En su caso poco sirven los psicólogos, salvo en lo que afecte a su persona, cosa que desconozco por supuesto. Saber sujetarse y expansionarse políticamente es lo que en su ocupación cuenta. Por ejemplo no entrar gratuitamente en la selva de los complejos, las hipocresías doctrinarias, los escándolos impostados, las inquisiciones selectivas...etc. La chulería de este impulsivo no se acredita por este acceso siquiera sino por su voluntad de presumir del mismo, de mantenella y no enmendalla, incluso a costa de caer en el oprobio infernal como hizo Don Juan, aunque sólo sea oprobio televisivo. Pero Don Juan era caso límite mítico/literario y por ello le valía su sincera autodestrucción eterna a cambio de la eternidad literaria y no hay síntomas que Ortega obre con la vocación de surtir imaginaciones noveleras.


En términos políticos, que es lo que al fin y al cabo cuenta tenemos que mientras Sanchez dispone de sobrada posición para hacer de su chulería un sayo y de paso hacerse otro con los arrebatos de Ortega y demás, justificados o no, Ortega carece de posición alguna que rentabilizar. Ni por lo que a la chulería arrebatada se refiere ni a su sacar pecho. Si de un juego se tratase saldría desplumado, por muy enardecidos que salgan algunos corazones. Se puede argüir que la derecha clásica es propensa a excederse en su celo de formalidad y ejemplaridad cívica y que le viene bien una marcha, hasta alguna convulsión, para no dormirse. Pero de ser esto un proceder estratégico estaríamos ante una permanente huida hacia adelante sin ton ni son, como el perro del hortelano para toda la nación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario