domingo, 21 de julio de 2024

APROXIMACIÓN A LOS REGISTROS DE LA RETÓRICA SANCHISTA

 

Los discursos y exposiciones de Sanchez están diseñados para no salirse de ellos un milímetro. Son herméticos y compactos como una bola de acero, quien quiera que los redacte y cualesquiera que sean las circunstancias y situaciones. Incluso incluyen las réplicas, indiferentes a las preguntas o las interpelaciones.. Vale para sus mítines, cartas y sobre todo para las apariciones estelares en las sedes de la representación popular. Ni las "entrevistas" se salvan, estas quizás con más motivo. Cualquier robot o cabo cuartelero tendría más flexibilidad.


Pero los registros personales retóricos no dependen tanto de como transcurra el momento, como de la naturaleza del asunto. Es el asunto lo que filtra la naturaleza de la aparición de la personalidad y talante del personaje. Naturalmente se atiene rigurosamente al principio sectario de que no es cosa de convencer a la opinión pública, sin sólo a SU opinión pública, confirmar a los ya convencidos en su convencimiento "trascendental". A los de extramuros les atizará lo que corresponda como parte del ritual, sin descartar ocasionales avisos de lo que se les avecina.


Cuando considera que domina el asunto y que le es provechoso o puede ser lo habla como un confesor o un doctor que tranquiliza al paciente si sigue en sus manos. El discurso toma visos de letanía y anuncia la siesta como los documentales de animales de la TV2. Es su tono habitual pero bien pudo perfeccionarse con la enseñanza del susurrar republicano de Pablenin, que no sólo le ha sido útil de mentor ideológico. No puede faltar el encomio de lo mucho que los ciudadanos tenemos que agradecerle y, para despertar un momento la siesta, suelta algún preceptivo sopapo a la oposición con la guinda del recordatorio de su adscripción franquista, que nadie se relaje. Alguna admonición a la oposición de sus deberes le otorga la esperada aureola de Patriarca y de Hombre de Estado, hasta el punto incluso de que incluso se aviene a que, si sudan la gota gorda, podrían hacerse merecedores de su clemencia. Por supuesto promesa vana como todas las que hace.


Cuando el asunto es escabroso y presiente que lo sobrepasa, o que puede hacerlo, el giro es de ciento ochenta grados. Hay que advertir que rara vez se equivoca en su diagnóstico o presunción, como ocurre con muchos animales ante catástrofes inminentes. Hago esta comparación porque en los casos en que las evidencias lo condenan, o simplemente le aprietan, recurre con todas sus consecuencias a la Ley de la Selva.


No sólo no se achanta, sino que hace alarde de no achantarse. Más todavía, es ese su mensaje de vida o muerte: la prueba de que "tengo razón y todo es un montaje infecto" es que no me achanto, ni nadie va a ser capaz de hacerlo. En este punto crítico la disposición natural y el dispositivo propagandista tienden a confundirse, pero es algo que funciona con un automatismo inexorable. Sanchez entonces se eleva sobre la selva como Tarzán o desciende de los cielos movido por la ira y el martillo de Thor.


Excitado el instinto de caza y de facundia se entrega con furia inédita a la exhibición y al desafío. Se recrea como un animal con alma robótica o un robot con alma animal. Los psicólogos debieran parar mientes porque no parece fácil concordancia. En sus risotadas y desplantes parece comulgar la naturaleza y la robótica, aunque tal vez pudiera esto comprenderse mejor si nos fijamos en el universal comediante Jim Carrey, perfecto virtuoso de la máscara y la mueca mecánica. No quiero decir que Sanchez se ponga la máscara. Sólo que cuando se siente tocado irrumpe su máscara vitriólica y la zarabanda de muecas que la acompaña, que a duras penas disimula en el reporte cotidiano de sonrisa mecánica, si por sonrisa entendemos la inmutable exhibición "dentatorial" a troche y moche..


Por lo que toca en este caso a la línea argumental es la más simple y sobada. Descargar sobre el enemigo las propias infamias y vergüenzas, sorprenderlo in fraganti con acusaciones extratosféricas, cuando de este se espera señales de contrición; proclamarse adalid de la salvación de los buenos contra la conjura de los malos; extender entre los suyos que están en peligro letal de no acogerse bajo su manto. Todo se resume en el principio de inversión negativa: soy y quiero lo contrario de lo que me atribuyo.. Quiero la democracia, es decir la dictadura; quiero regenerar, es decir degenerar; quiero limpiar, es decir corromper y enfangar...Ha hecho tal arte de la mentira que ante los suyos podría proclamarse sin miedo su Santo Mentiroso. El derecho a mentir adquiere carta de naturaleza cuando ya le acompaña la indiferencia de los suyos sobre la verdad o la mentira, e incluso la disquisición filosófica sobre qué es la verdad y qué la mentira. En el colmo la paradoja del mentiroso actualizada: si el mentiroso Sanchez dice que está mintiendo ¿miente o dice la verdad?


En el límite lo que lo aterroriza. La amenaza que puede malbaratar cualquier maña sino se cuida todo en extremo. Es difícil saber si el presunto saqueo familiar formaba parte de inicio del presunto plan dictatorial, o se ha despachado con cierta espontaneidad según aparecían oportunidades aparentemente inéditas. Pero esto es casi banal a estas alturas. De esta no se sale con risotadas, burlas y alegatos solemnes. Es preciso un silencio metafísicamente contundente como el que reclamaba Wittgenstein para el caso de que no se tuviera nada que decir. Pero con la pequeña diferencia de que en este caso se tiene todo que decir. "Calla si tienes todo que decir". Hasta estas lejanías metafísicas llega la deconstrucción sanchista.


Sanchez depende en un noventa por ciento de la adhesión de su porción de la sociedad española. Sobrevive mientras esa porción se guste así misma como si fuera una secta. Sólo si esta porción, fuera como fuera, se distancia en un grado significativo, y se nota, peligraría su suerte. Sin duda que es sorprendente que la oposición social política no sea capaz de "implementarse", como lo haría sobrada y contundentemente la izquierda con sólo que la derecha imitara en una centésima parte las fechorías sanchistas.


Pero esto es otro tema. Para la situación crítica del momento al sanchismo no le cabe más que un ejercicio de fe, que ni Tertuliano podría imaginar. Tratar de rebatir aunque sea torticeramente lo que está sobre la mesa es algo impensable. Significaría reconocer que "es posible que haya caso". Y "el pueblo", la solidez de la bola, no puede pensarlo sin que amenace estampida. El más mínimo razonamiento, la más mínima explicación, no digamos una sincera palinodia del tipo "me he equivocado, no se volverá a repetir", ya abre una fisura catastrófica, porque todo está demasiado encadenado y trabado. Si en la tumba de Drácula entraba la más mínima porción de luz, el inquilino se deshacía. Y esto no puede pasar.


Negarlo todo o, sobre todo, negar que haya caso es la única estrategia posible. El pueblo adhesivo del "puto amo" mantendrá su fe si ve entereza en su amo y si no hay visos de estampida. Cualquier socialista y cualquier progre, sea cómplice de la mentira o bientencionado creyente, pensará siempre que si "todos los nuestros" le seguimos es que el jefe tiene razón. Lo piensa porque así quiere pensarlo. Mientras no haya caso no hacen falta pruebas y sino hacen falta pruebas hay fe de sobra y por tanto la verdad y toda la verdad. Faltaría más.


El éxito (¿provisional?) sanchista con tan burdo y manido instrumental no es sólo alarmante a efectos de que salga adelante la dictadura en marcha, sino de lo que revela de la tibieza cívica de la sociedad española por mucha que sea la fachada democrática. Chocamos con la funesta combinación de la ausencia de anticuerpos inmunitarios democráticos colectivos y del gusto de la izquierda por reducirse a su cerebro reptiliano. Don Bergoño detectó estos extremos y ha cifrado en su explotación y aprovechamiento la clave de su (¿provisional?) éxito. Su único problema es que, de perder la apuesta, no podrá decir después eso de "¡Que me quiten lo bailao!". De ahí que tan fiera sea la porfía.

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