Nada es más natural para un pícaro integral
con ambición de poder que ser un maquiavélico «cum laude». No por nada
el maquiavelismo es la picardía del poder. Al menos el maquiavelismo
popular. Que se tenga al pícaro marrullero y despótico que nos manda y
chulea por un «psicópata perturbado» es señal de lo traumático que
resulta admitir su catadura y la del régimen que persigue.
Nada expresa mejor la abulia moral y cívica a la que hemos llegado
que estar bajo el mando tiránico de un pícaro vocacional y profesional
impune. Se acaba admitiendo «que no pasa nada» y que «no es para tanto»
por lo mismo que no se denuncia al que te estafa o humilla por la
vergüenza de no aparecer como un cobarde o un gilipollas.
Nada es más natural para un pícaro integral con ambición de poder que ser un maquiavélico «cum laude». No por nada el maquiavelismo es la picardía del poder. Al menos el maquiavelismo popular. Que se tenga al pícaro marrullero y despótico que nos manda y chulea por un «psicópata perturbado» es señal de lo traumático que resulta admitir su catadura y la del régimen que persigue.
Nada expresa mejor la abulia moral y cívica a la que hemos llegado que estar bajo el mando tiránico de un pícaro vocacional y profesional impune. Se acaba admitiendo «que no pasa nada» y que «no es para tanto» por lo mismo que no se denuncia al que te estafa o humilla por la vergüenza de no aparecer como un cobarde o un gilipollas.