En el año pasado cristalizó la voluntad del bloque sanchista de atreverse con la Constitución de facto. Sólo falta atreverse a suprimirla de iure, con una nueva "legalidad". El cerco de la realidad estimula a Sanchez a movilizar sus fuerzas y a jugar a todo o nada. Sanchez no soporta, sólo ataca y abate. Sus socios están encantados, con independencia de como podrán llevarse lo suyo sin malbaratar ese proyecto común por exceso de codicia.
La novedad de año recién pasado es el
enfrentamiento abierto con la Casa Real. De ello el rey ha emergido
como un Bastión de la democracia liberal. Tal vez el único Bastión.
Es considerable y Moncloa tiene de qué preocuparse. Porque lo insólito es que en torno
al rey se está tejiendo un vínculo sentimental popular proporcional
al desprecio del que se hace merecedor Sanchez entre sectores
tradicionalmente indiferentes.Tal dialéctica parece imparable.
Sanchez depende cada vez más de la doblez de sus socios pero más aún de la intensificación del fanatismo de sus seguidores. Estamos en un interregno de resultado incierto entre democracia y dictadura. La democracia pende de un hilo y la dictadura avanza inercialmente a base de alardes y trucos de feria. Ha desaparecido la posibilidad rocambolesca de que el rey avale un proceso destituyente y que Sanchez consume su propósito con la monarquía secuestrada de florero al borde del abismo.
Así las cosas el proceso destituyente requiere culminar atreviéndose con la monarquía. Pero ahora las fuerzas para dar ese paso están menguantes y tienden a estarlo cada vez más. Sobre todo, el asalto a la monarquía puede además desatar la respuesta popular que lentamente se va incubando y que Sanchez ha mantenido anestesiada o resignada. Nada teme más Sanchez, por muy acosado que esté por la justicia.
Mientras aclara la alternativa a la democracia liberal, es decir la conexión entre el nuevo régimen y la autodeterminación separatista y otros "detalles" intermedios, mientras se escabulle de la justicia, la tarea que le quita el sueño es neutralizar el apoyo popular sentimental a la corona. En gran parte de ello depende el futuro de Sanchez y su proyecto destituyente.
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