jueves, 7 de febrero de 2013

LA PSICOLOGÍA DEL ENROQUE.






Visto desde la tribuna de la opinión pública el enroque de M. Rajoy puede sorprender  dado lo difícil que lo tiene. Pero si no lo hiciera sería la excepción que confirma la regla del proceder habitual de la clase política, por lo menos en España. Hay un cuadro de reflejos defensivos que se ponen en marcha automáticamente cuando se sienten acosados, y que responden a unas ciertas constantes. La inmensa mayoría de políticos están convencidos de que actúan por el bien común y que los enredos en los que se pueden ver involucrados o son ajenos a su gestión o son pecata minuta en comparación con sus sacrificios, aunque puedan comprender que la opinión pública no lo comprenda así. Pues al fin y al cabo la opinión pública, desde su punto de vista, sólo ve el humo que sale del fondo del bosque pero no lo que pasa entre los matorrales. Están seguros por otra parte, y no les falta cierta razón, que reconocer un pelo de responsabilidad o de malas prácticas conduciría a su segura defunción política y que esto no sólo sería injusto sino que arrastraría al partido de forma irreparable. Y el bien del partido está por encima de todo. Cuentan por último con la confianza o incluso complicidad de sus seguidores y de los ciudadanos que de una forma u otra simpatizan con su causa. Igual que, según creen, los adversarios se mueven más por mala fe e ideas preconcebidas que por datos reales y avalados, también se puede apelar a la fe de los propios cuando estos no tienen más datos que los adversarios. La experiencia demuestra cómo a pesar de todo y de las dudas que se generan los seguidores miran para otra parte o creen que los otros serían infinitamente peores. Y eso hay que tenerlo muy en cuenta, en vistas a que  en esos estados de tribulación lo  que importa es salvar los muebles, es decir conservar el crédito de los seguidores y simpatizantes, que ya vendrán luego mayores empresas. Por último la lentitud de la justicia con sus laberínticos vericuetos, las posibilidades de modular los tiempos y las voluntades, los tiempos mejores que pueden llegar…etc., avala lo que decía Cela, que en España quien resiste gana. Naturalmente estos reflejos no son los verdaderos motivos que pueden en cada caso llevar a seguir esta opción. Cada caso es muy diferente pero por lo común suelen coincidir en que, habiendo mucho que ocultar y callar, es más fácil que la granada se salve entera que no cada grano por separado.

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