sábado, 15 de abril de 2023

"HUMOR" NACIONALIZADO

Dalí y Boadella expresan el sesgo fundamental del humor catalán, al menos el más noble y generoso. Un humor que mezcla grandilocuencia y cinismo y es maestro en caricaturizarse. Un humor que ridiculiza y al ser tolerado ayuda a redimir, de forma directa o implícita, una sociedad intoxicada por los aires de grandeza y el cinismo moral. Como si fuera el enclave de la modernidad europea en la tierra condenada irremisiblemente al feudalismo, la superstición y el vicio. Como si a esa sociedad que tanto se ensalza a sí misma su “superioridad” le otorgara una especie de "derecho de Negreira".


La gran virtud del humor noble catalán es la resaca, la gran capacidad de reírse de sí mismo sin miedo a rozar la burla cruel y el ridículo. Sin miedo al efecto boomerang cuando así ocurre.Dalí dio con la genialidad de reírse de su genialidad en un totum revolutum de grandeza de la obra y de la personalidad genial del creador. Sabía que se reía sobre todo de los que se le tomaban a risa como si estuviera loco. Boadella, imperial en su rebajamiento hacía los nidos de la vergüenza ajena, ha sido su gran discípulo en el humor genial parodiando bufonescamente la parodia de la vida y en el fondo a sí mismo. Dalí se parodiaba elevándose como un arcángel llamado a compartir el gozo de la divinidad, sin entrometerse en los asuntos de la miserable mortalidad. Boadella se parodia al rebajarse parodiando lo más miserable de la apariencia de grandeza, es decir el Poder, sin temor a trasladar esa parodia a sí mismo como si su ser coincidiera con su bufonesco personaje, en el mejor sentido de la palabra.


Pero esta encantadora acidez no está claro que siga siendo el sesgo del "humor" nacionalizado. La nacionalización del humor es de las peores blasfemias a lo más sagrado del humor, el amparo que ofrece el humor a la corrosión de la vida. Y no parece evidente que, desde esta nacionalización, el humor generoso siga siendo, en caso de que lo haya sido, la seña de identidad del sentido del humor al uso en esas tierras. Ni mucho menos la seña de identidad del humor, en cualquiera de sus versiones.


Por de pronto es no menos evidente como esa nacionalización ha significado la conversión del sentido del humor en burda chocarrería y burla servicial que tiene por objeto a los desagradecidos “desgraciados”. Burla encaminada a que los “desgraciados” sean verdaderamente tal y lo sientan por si no lo sabían.


El humor al servicio de la Causa ya es mera burla “canceladora” para regocijo de las huestes fanatizadas y sobre todo de su sagrada gobernanza. La libertad de expresión puede amparar la burla y la grosera chocarrería pero no convertirla cual varita mágica en expresión humorística. Para eso hay que tener clase. …


Pero eso sí, como dicen algunas almas benditas, nadie se debe sentir personalmente aludido, ni tomarse en serio la burla sobre los símbolos de lo que siente suyo...como los judíos en aquellos tiempos. Que los “desgraciados” han de mostrar virtud y grandeza en su desgracia, que para eso está hecha la desgracia.


Todos estamos a la espera de que los canceladores se burlen de la cancelación o de sus símbolos patrios, o de símbolos para los que burlarse da Yuyu. Entonces igual, si lo hacen con algo de gracia, demuestran sentido del humor y además aportan igualdad de oportunidades al ejercicio del humor.


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