domingo, 30 de abril de 2023

SENAQUERIB Y ROSA DIEZ

Las marrullerías y mascaradas que nos presiden no pueden sorprender a estas alturas. Sin más filosofía que la del proverbial déspota asirio Senaquerib(705/681a.C), “mira por donde quieras y hallarás que los hombres son estúpidos”. “Las mentiras son para quien se quiera engañar”, podría matizar su émulo por sus actos. Porque en consonancia el predicamento de este trasplante del asirio se mantiene constante, podemita más o socialista menos, suma más o suma menos, separatistas para aportar lo que falta. Como solución se busca al “socialista perdido y confundido” en dura pugna con la Pavesa en comisión de servicios, mientras a la opinión pública se la lleva por el hocico desde el BOE, la Tele y la bronca.


Ante una derecha que no entiende mucho de sociedades encanalladas por mucho que sean sus víctimas. Es fascinante, por decirlo de alguna manera que no se haya intentado, ni siquiera imaginado, campañas movilizadoras contra la gestión de los 120 mil muertos del Covid, los indultos y placets a los saqueos de las cuentas, la ley del Sí y es Sí y ahora a la Ley proOkupas. Incluso cuando lo ponen en bandeja quienes hacen de la esta ley el leit motiv embaucador de las campañas electorales. ¿Se verá el “socialista de centro” motivado por este pasotismo elemental? ¿no se le incentiva a creer que “igual no es tan malo”? Es decir eso que quiere creer por encima de todo.


La obsesión de Rosa Díez de enfocarlo todo en la psicopatía del émulo despista. Por mucho que parezca evidente en las tierras de la derecha fiel. “Carece de principios”, “pactaría con cualquiera incluso Vox si así conserva el poder” es moneda corriente en esa línea. Lo deplorable del narcisismo lo soporta todo ¿a quién no le desagrada? ¿para quién no explica lo que en principio parece inexplicable?. En el fondo todo sería cuestión de inmoralidad y de maldita ambición.


¿Pero de verdad inexplicable? Igual que el problema de la derecha, política y sociológica, es ponerse de perfil ante lo más desagradable de la vida política, la izquierda respira porfía por todos sus poros en el malestar, y sobre todo en la recreación del mismo.


Susanchidad no es más que el muñidor, líder y representante plenipotenciario de la vena totalitaria del socialismo. Importa poco si llegó a este personaje por convicción, oportunismo o siempre furia resentida de quien se cree merecedor de la gloria por ser quien es. Su mérito político, que no moral faltaría más, es comprender el potencial subsistente del totalitarismo izquierdista cuando aparentemente había quedado enterrado con la transición y la europeización. Especialmente la intuición de lo que desde el fondo mueve al corazón socialista. Visión preclara, sin ironía,que se atreve a dejar de lado lo incompatible que esto debiera ser con la lógica de una sociedad que disfruta de cotas apreciables de bienestar y libertad. Sociedad que en principio no podría admitir la depredación que lo pone en riesgo, ni dejarse embaucar por seducciones mostrencamente demagógicas.


¿Cómo es posible que el socialismo siga preso de esta garrapata totalitaria? ¿qué pulsiones interiores anidan en su corazón guerra civilista? Confieso que sólo conozco el libro de la extremadamente honesta y en algunos extremos clarividente Rosa Diez por la promoción radiofónica, pero nada valoraría más que alguna iluminación o siquiera aproximación al esclarecimiento de esta enfermedad crónica del socialismo hispano, que además comparte hispanoamérica.


Si quienes han vivido en ese medio no lo hacen o aportan algo más que denuncias o lamentos ¿quien lo puede hacer? ¿o han estado tan cerca que el árbol no les deja ver el bosque?


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