jueves, 13 de julio de 2023

LA VERGÜENZA AJENA

 

De lo que puede quedar tranquilo Sanchez es de estar libre de suscitar vergüenza ajena. Si reparara en ello podría ensanchar si cabe su cuota de incombustible narcisismo, o lo que es lo mismo su cuota de felicidad. Valgan estas modestas observaciones por si le sirven de ayuda para seguir todavía más pagado.


Como es notorio la vergüenza es un sentimiento personal e intransferible que denota un sentido al menos suficiente de sociabilidad pero también de debilidad, de rebaja moral, del que están excluidos quienes considerarían ofensivo dudar de sí mismos y más que se dude de ellos por ahí. Es notorio también que en España se está a punto de cuadrar el círculo de forma inédita en el mundo, al menos el ajeno a la cultura hispánica, al darnos la institución de la vergüenza ajena. Debiera convocarse a los más exigentes psicólogos y psicoterapeutas para ofrecer alguna explicación plausible tanto del fenómeno en sí como de la singularidad hispánica. Pero están más ocupados en que no nos falte a nadie la autoestima que requiere la vida. Un aficionadillo como servidor sólo puede aventurarse con alguna sugerencia, partiendo por ejemplo de una intuición elemental que me viene ¿Por qué, por ejemplo, Tezanos podría suscitar dicho sentimiento y es imposible que lo suscite su amo?


En principio podríamos estar ante una variante peculiar de la compasión caritativa, tan católica, Pero en lugar de tener por objeto al necesitado, compasión que mueve a alguna ayuda, es una pena por la ridiculez o el desvarío del otro cuando esto afecta a valores asumidos. Cuando alguien está indignamente fuera de su papel y se obstina en ufanarse. Se reconoce su torpeza o bajeza moral,e incluso su indignidad pero no como definitiva, y se atribuye a alguna insuperable o circunstancial debilidad. También se puede ver como un mecanismo de defensa de una cultura especialmente proclive a la vergüenza pública. De forma que igual que ocurre con los ejemplos del mal o de la transgresión su contemplación purifica. Pero en cualquier caso se requiere una mínima familiaridad, un sentirse parte de algo común. De esta forma la gente avergonzada por la vergüenza que suscita el otro no sólo se puede sentir purificada de lo vergonzoso, sino también predispuesta a socorrer a quien estaría sufriendo por poco pundonor que tuviera.


Tezanos da la imagen del bien acreditado pícaro jactancioso, impagable patrimonio novelesco y vital común. Nos resulta tan familiar como servil. Pero nuestra cultura tiende a eximir a la servidumbre de responsabilidad , sin parar mientes de si es voluntaria o forzosa, sino la tiene por elemental debilidad o traviesa autobeneficencia. Podemos estar inclinados a relativizar la indignación o al menos hacerla compatible con una cierta compasión. Todos somos pecadores. A su manera el mismo Mefistófeles faústico de otros lares recibe del lector una cierta simpatía, la del pícaro que se enreda en los juegos de su amo, rebajando la maldad diabólica a fruslería y zascandileo. 

En este caso la proximidad es debida a la satisfacción del juego que todos llevamos dentro. En el caso del susodicho director del CIS sentimos alguna proximidad por   el perdido. En este caso por quien pudiendo ser alguien honorable según su oficio y cualificación se sacrifica servil por un plato de gloria según el gusto de la secta. Si esto no suscita nada de simpatía faústica, si deja un resquicio para la compasión enternecida.

Pero en el caso de Sanchez tal cosa es imposible. Con este no cabe familiaridad alguna, asunto que él mismo se ha encargado de dejar bien asentado. Rotos los puentes con lo común es imposible el más mínimo atisbo de compasión porque a la indignación que provoca se añade un profundo e invencible temor. 

Hasta no hace poco sus adversarios,( para Sanchez enemigos), tendían a verlo con cierta conmiseración y hasta displicencia. Un "psicópata" dispuesto a todo por el poder. Alguien vacío sin ideas ni ideología al que no le importa ir con unos o con otros...Pero ahora ya aparece algo más, más tenebroso. Lo que es. Un fanático paranoico que no sólo se siente dueño de la historia, sino comisionado por ésta. Esta manera de ir a por todas con algo más que un proyecto ideológico es lo verdaderamente temible que se está destapando.Algo que en el fondo descoloca porque vulnera el canon de lo posible en un Estado democrático. Pero ahí está y así se postula, sobrado de gestos e histrionismo.  Algo ante lo cual sentir vergüenza ajena sería irresponsable frivolidad.

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