miércoles, 3 de septiembre de 2014

PUJOLADAS

El caso Pujol presenta algunos “efectos colaterales” caricaturescos desde un punto de vista intelectual, pero de un calado imprevisible vistos políticamente. Me refiero primero al hecho de que sobre los grandes partidos nacionales se cierne la sombra de la complicidad con la corrupción institucional catalana. Por no entrar en detalles, los grandes partidos nacionales se han comportado con el nacionalismo catalán como Edipo cuando al pretender escapar de su desgracia la provocó. Se ha pretendido complacer a los nacionalistas catalanes para no soliviantar a sus masas y propiciar su integración contribuyendo de esa manera a que estas se sintieran cada vez más agraviadas. La política de “concesiones a cambio de gobernabilidad” se interpretó como muestra de la debilidad del Estado y como señal de lo mucho que España debe a Cataluña. Se ha consentido la corrupción como un asunto interno de Cataluña, en la misma medida y por las mismas razones que la inmersión lingüística, la segregación administrativa del castellano y tantos otros asuntos, pero al convertirse la corrupción en el  epicentro de la vida política, en el sentir de la opinión pública, los partidos nacionales, al hacer la vista gorda y tener mucho que esconder por su parte, aparecen ante la opinión pública como colaboradores necesarios e interesados. La clase política española y en gran parte la opinión pública ha creído ciegamente el dogma de la lealtad institucional de los partidos nacionalistas “moderados”, más que por fiarse de que lo serían por convicción, se estaba seguro de que lo serían por conveniencia. De la misma forma que tendrían sino una lealtad activa, sí al menos pasiva, sin atreverse a meter en aventuras destructivas. La deriva secesionista parece tan fatal como la desgracia de Edipo una vez que los nacionalistas han encontrado expedito el camino para dominar a su antojo la opinión pública catalana, mientras el resto de la opinión pública española naufraga entre la incredulidad y el desconcierto. ¿Porqué no atreverse a la independencia si se tiene detrás a la opinión pública?
De ello resulta la segunda paradoja, que los máximos beneficiarios a efectos políticos sean ERC y Podemos o sus adláteres aunque por motivos distintos. En el caso de ERC, porque los nacionalistas moderados se sienten conminados a perder sus escrúpulos para seguir su estela, impoluta a sus ojos, sin merma de su reciente convicción independentista. Por lo que a Podemos respecta este puede aprovechar la percepción de que la mafia catalana sea un caso más en el océano de la corrupción que todo lo inunda. Lo más “gracioso” es que en sus filas se extienda la idea de que la independencia catalana es una solución necesaria y apropiada para acabar con la corrupción.

Por último, tras el bravo alegato de Montoro, tan justo como incomprensible sino se tiene en cuenta la preocupación que debe existir en el gobierno por el nivel que alcanzan las aguas, nos podemos encontrar con que los nacionalistas y los antisistema se unan por la independencia, los unos por el derecho de Cataluña a corromperse libremente y los otros por el derecho de los catalanes a liberarse de la contaminación de la corrupción que reina en España y algunos más porque todo vale para acabar con el Estado corrupto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario