Pocos han disfrutado entre la opinión
pública de tanta bula como Pablo Iglesias para hacer pasar sus
miserias por un dechado de honorabilidad. Creo que la dificultad de
desmontar o neutralizar el discurso de PI tiene que ver, entre otros
muchos aspectos, con el remilgo que tiene gran parte de la opinión
pública a admitir su totalitarismo y con el impacto que el discurso
de un convencido, que domina sus pasiones, produce en una clase
política atribulada por la inseguridad.
Algunas breves observaciones sobre lo
primero. Sin duda que los seguidores, reales o potenciales, se
comportan ante la evidente vocación totalitaria de su líder como el
enamorado ante las prendas y defectos de su amor. También es cierto
que, entre estos, unos pocos, los antisistema y anticapitalistas de
toda la vida, comulgan con el totalitarismo, otros pocos le siguen a
pesar de saber de su totalitarismo pero no les importa, y
posiblemente la mayoría no quiera saber sobre el tema, para no
perder la nueva fe que tanto les ha debido conseguir alcanzar. Pero hay un
problema de fondo que tiene que ver con la forma de entender la
democracia, o si se quiere con la falta de educación democrática,
que lleva a que se desdibuje lo que salta a la vista. Diría que se
asemeja a un trastorno bipolar en clave política, que afecta
singularmente a los jóvenes, pero también a los menos jóvenes que
han recibido la democracia y que habla de las grietas de la cultura
cívica colectiva.
-Se tienen las libertades cívicas y
sociales de las que se goza por un hecho natural, al igual que el
aire que se respira, o la órbita de la tierra alrededor del sol.
Igual que esto, puede contaminarse o distorsionarse ocasionalmente,
pero en lo fundamental son intocables, inmutables y funcionan solas.
-Frente a la prudencia de poner la
democracia en su sitio, como el menos malo de los sistemas posibles,
se tiene a la democracia por una especie de prodigio que habita en una especie de Sancta Santorum, mecanismo que, al
alimentarse de la voluntad de todos, ha de garantizar la justicia, el
bienestar general, la virtud social ..etc Una democracia que sufra en
su interior corrupción, paro desahucios, es una falsa democracia y
se convierte en “sistema”, un monstruo implacable al servicio de
unos compinches desalmados .
Así como se disocian las libertades y
el “sistema”, las promesas mesiánicas de suprimir el sistema, por mucho que vengan avaladas por la más esmerada colaboración con dictaduras singulares, no
atentan, a los ojos de muchos, contra las libertades sino en favor de
la “verdadera” democracia o de la democracia “real”.
Que estas patrañas tengan tanto
predicamento y que una parte de la población, de la que se presume
una cierta educación política, es decir conocimiento de la historia
y de lo que pasa en el mundo, sucumba tan fácilmente, tiene que
obedecer a motivos que exceden la profundidad de la crisis y la justa
indignación por las tropelías y vilezas que tanto nos han humillado.
Contentémonos con tomar nota de cuan poco ha penetrado en la
conciencia cívica el valor de la democracia como sistema de
libertades, derechos y deberes iguales para todos, pero en el que
lamentablemente puede prosperar el mal y la injusticia si los
ciudadanos no están vigilantes y se despreocupan de las
consecuencias de lo que se hace. Y sobre todo el olvido de que ningún otro antídoto es compatible con la dignidad de la persona.
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