Ahora
ya entramos en que lo grotesco es verosímil. ¿De acuerdo con su
doctrina permitiría Rajoy un gobierno podemita si Podemos fuera el
ganador con más diputados? Como buen caballero tendría que cumplir
su palabra y para que nos fiemos tendría que proclamarlo a los
cuatro vientos ahora que todo puede pasar ¿o no?
Pero
seamos positivos. Como parecía estamos en camino de volver al punto
de partida, con el agravante de que Podemos atisba formar gobierno o
empoderarse de la izquierda. Tan es así que alguien tan conspicuo
como Maruenda hace de la necesidad virtud y pone su atención en “lo
positivo” del “rejuvenecedor” fenómeno podemita. Pero se
pongan como se pongan, igual que al principio, es decir al final de
las primeras elecciones, no hay más solución que Mariano y Pedro se
aparten para que haya alguna solución posible. ¿Cuantas elecciones
son necesarias para que quienes lo tengan que entender lo entiendan?
Se
está demostrando que puede más el miedo a que siga Mariano que el
miedo a que venga el Coletas. Los estrategas del PP podían soñar lo
contrario y que Mariano multiplicaría sus panes por el justificado
miedo al podemita, pero en la sociedad se ha instalado tal odio a
Rajoy que gana más aquel a quien se le tiene por más enemigo.
La
proclama de Rivera de que “nada con Mariano” es una novedad,
porque se ha vuelto a mojar como si el pacto con Sanchez pudiera
resultar una alternativa viable. Su apuesta está en parte
justificada porque, con justicia o sin ella, cuanto más siga
Mariano, más engorda Podemos y la izquierda en general. Pero no se
le debe ocultar la obviedad de que la salida de Rajoy sólo tendría
sentido si le acompañara la salida de Sanchez, o viceversa. Aunque
tal vez espere Rivera que de esta manera se atraerá votos del
caladero socialista, sería tan pecatta minuta, que cuesta pensar que
obre de esta manera por este propósito.
Parece
más bien que Rivera ha elegido la tortuosa senda de liderar la
derecha haciéndose fuerte primero en el centro izquierda, ejercicio
tan atrevido y arriesgado como ganar Roma atravesando los Alpes, algo
que en principio no está mal visto. Porque no es una extravagancia
confiar en que el votante medio de derechas vea, a su debido tiempo,
con buenos ojos un acuerdo con el PSOE. ¿No lo ofrece Rajoy a
sabiendas de que con él no es posible y sin él veríamos? En las
actuales condiciones nada sería mejor si así se salva España, y,
lo que es lo mismo, si el PSOE se regenera y se torna un partido
serio y leal, empezando por ofrecer la cabeza de Sanchez. “¿Tan
largo me lo fiais?” Se encuentra así Rivera en la paradoja de que
sólo puede prosperar en votos por su izquierda si sigue la sangría
podemita en el PSOE, mientras que sólo puede tener futuro si el PSOE
se regenera, es decir se despodemiza radicalmente.
Por
su parte los estrategas del PP todavía pueden soñar con que un PSOE
descuartizado se avendría a permitirle gobernar, pero cuanto más se
enreden con Mariano menos son las posibilidades. Tal vez lo sepan y
piensen que no puedan hacer otra cosa, pues todo ha llegado a tal
punto que, de soltar lastre, su público escaparía despavorido. Los
desesperados, Mariano y Pedro, se agarran al clavo ardiendo de que
sólo hay que resistir hasta que el otro no pueda aguantar, mientras
el monstruo sigue creciendo.
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