Pobres conjeturas a propósito de lo que nos hace pasar lo que está siendo la Qataronia
El discursazo fue
doblemente real. Por quien lo dio y por asumir sin ambages la
realidad, incluyendo el monarca su propia realidad y lo que se juega. Desde luego
pretendió animar a la población desamparada e instar al gobierno a
cumplir con su deber. Pero no es muy aventurado conjeturar que además
pretendía desmontar lo que parece ser el plan gestado en los lares de Roures.Que de inicial entelequia debe
estarse pasando de castaño oscuro.
Como es sabido dicho (presunto) plan
pretendería un gobierno picapiedra gestor de un referendum legal, o
cuantos hicieran falta, se supone que a cambio de que los sediciosos
dieran una tregua y pasasen a la espera. Había que contar con el
otro picapredero, Sanchez. Por lo que parece este comparte la
intención, pero ya no se atreve a descabalgar a Rajoy con una moción
de censura. Sería su ruina.
Pero la misteriosa actitud de Rajoy ante
el golpe daría esperanzas de que este se avenga al “dialogo” y
lleve a cabo la ingrata faena de consagrar un referéndum y el fin de
la soberanía nacional. Después los Picapiedra de gobernantes podrán
gestionar “a su pesar” algo tan ingrato. Que ya tuvo que
gestionar De Gaulle, no menos a su pesar,la independencia de Argelia
y no salió mal del todo. Claro con la pequeña diferencia de que
Cataluña forma parte de España desde siempre que España es España
y Argelia era una colonia.
Pues desde luego,
bien mirado, como hay que mirarlo, Rajoy es sobre todo un misterio.
Uno pensaba que lo era por el contraste que ofrece en estos lares,
pero lo sería en cualquier parte del mundo. Sus designios son
inescrutables e incluso es inescrutable si tiene designios. Podría
ser un genio inconmensurable de beneficios tan inmensos para la
historia de España, como Buda los tuvo para la historia de Oriente.
Podría por el contrario, estar más próximo a los anélidos
rastreros, convencido que lo mejor que ofrece el mundo está por
debajo de la tierra y así acabará tragado por la tierra sin oficio
ni beneficio. La opinión está dividida pues el personaje anima a
que se mueva entre estos extremos.
Uno cree más bien
que es un providencialista de los tiempos ilustrados, que ya es
complicado. Que para él lo único cierto, más todavía en tiempos
de mudanzas, es el expediente del momento que hay sobre la mesa, y
que al final las aguas por muy desbocadas que esté siempre vuelven a
su cauce. Que no hay que ilustrarse mucho, por eso es un ilustrado
peculiar, porque la ilustración distrae de la atención al
expediente. Y si lo más importante es al fin lo que nace de nuestras
entrañas, para Rajoy “lo de Cataluña” debe ser otro expediente
aunque un poco raro, qué se le va a hacer.
En cualquier caso y
con toda coherencia, nada parece creer más profundamente que el
suflé se ha de desinflar o explotar por si sólo y que intentar
pincharlo lo fortalece y solidifica. Sabedor de que de hacer algo
puede jugársela no esta dispuesto a hacer nada sin los socialistas.
No vale la pena insistir en este punto lo decisivo que es su
fidelidad a la conciencia de debilidad moral, en lo que a política
se refiere, con la que la derecha está encadenada a la voluntad de
las izquierdas en general.
Pero este silencio
anima y paraliza a la vez al Picapiedra bis. Tal vez lo esté
desesperando. Pues si Rajoy no activa la defensa del Estado de
derecho, tendrá que “dialogar”, pensará Sanchez. Pero no pasa
ni lo uno ni lo otro. Igual, podría temerse Sanchez, el mágico
Rajoy juega a que el desmoronamiento de la dignidad y la física del
Estado en Cataluña y los desmanes independentistas alarmen tanto a
la población que no tenga más remedio que avenirse a dejarle hacer
algo y respaldarlo.
Con esto ya cabe
descartar otra variante. Si Rajoy pensaba que sería preferible dejar
el tren en marcha y desbocado, aun proclamada la independencia, o no
evitándola, para que se estrelle ante el muro de la U.E. , de Macrón
y Merkel, es indudable que a estas alturas tanta sangre fría sería
el suicidio definitivo. Aquí es claro que los Picapiedra tendrían
un motivo suficiente para echarlo, con el fin de “dialogar” para
salir del atolladero. Con la consecuencia “no querida” de que
España pase a ser una curiosidad histórica, eso sí de las más
simpáticas y coloristas, con su leyenda negra incluida ahora
actualizada y catalanizada.
Nada debe dar más
ánimos a los Picapiedra que lo que parecen pinitos, (¿sólo
pinitos?) de la mediación eclesial vaticana. Podemos consumar a una
versión secular y posmoderna del “credo quia absurdum” de
Tertuliano (por si se necesitara una aclaración, que no creo, era un
padre de la iglesia del II/III de nuestra era, no precisamente lo que
su nombre indica): la defensa de la Iglesia en nombre del más
furioso anticlericalismo; la Iglesia amparando a los anticlericales,
y amparfándose en ellos, como si fueran sus verdaderos hijos.
Así Rajoy no se
mueve sino le da la mano Sanchez; Picapiedra bis no da el paso
diseñado si Rajoy no “dialoga”. Parece una partida de
“valientes” que se dirigen al precipicio. En estas la
“intromisión” real debe haber sido vista como la entrada del
elefante en la cacharrería. Al respecto, en la Generalitat
aullidos“¿Pero qué pasa en Madrit?”, “¿se “dialoga” o
qué?”
De toda esta
turbulencia sólo queda claro y salvo el honor del monarca. Veremos
si de la ciudadanía española. Por ahora la influencia inmediata en
incierta, el valor histórico seguro. Estamos ante la paradoja de que
si la Monarquía cae lo hará con honor y si llega la República en
estas circunstancias lo hará con infamia y vergüenza. Al menos
P.I., el Picapiedra primero, ya no puede aspirar a proclamar su
República como si esto fuera a ser la salvación de la patria, más
bien lo contrario. Y no lo digo porque uno modestamente sea más
monárquico que republicano, no es eso lo que ahora importa.
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