Los avatares del
Procés tocan la fibra judía de cualquier ciudadano consciente. Se
destapa en el Procés lo más prototípico y archisabido de la
infamia. Lo más temible es la displicencia con la que las élites
políticas camuflan su miedo a conocerlo y sobre todo a reconocerlo.
H. Arendt cita una reflexión de Goldstein en los albores del
Holocausto.
“Es fácil
demostrar lo absurdo de los argumentos de nuestros adversarios y
probar que su enemistad carece de fundamento. ¿Qué se ganaría con
esto? Que su odio sea genuino. Cuando se hayan rebatido todas las
calumnias, rectificado todas las distorsiones, rechazado todos los
juicios falsos sobre nosotros, quedará la antipatía como algo
innegable. Cualquiera que no se de cuenta de esto no tiene remedio”.
(Hombres en tiempos de oscuridad, H. Arendt)
Hay poco remedio
ante una ignorancia querida. Juliana se alarma porque bastaba guardar
la bestia en el armario. Teme que el entramado político DE LA IGNORANCIA que tiene su
vértice en Madrit pase apuros. Ni siquiera eso está claro. La
sospecha de caer antipáticos siempre ha estado a flor de piel. La
vergüenza ya cronificada por el ser de España se resuelve en la
autocupabilización. Sin saber por qué ni en qué, pero por algo no
caemos simpáticos. El sueño de nuestra democracia es caer
simpáticos a toda costa y remediar lo que debe ser un enigmático
“malentendido”. Goldstein ha descrito el resultado, un episodio
más en la “Historia de la Infamia”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario