jueves, 6 de diciembre de 2018

EL DILEMA DE RIVERA Y OTROS


Inopinadamente Cs. se encuentra tras las elecciones andaluzas ante un dilema existencial y diabólico. En apariencia tiene que elegir entre Vox o el Socialismo, o algo más rocambolesco: esperar que el socialismo lo elija. Pero en ello hay algo más profundo en juego, su posicionamiento ante la mentira dominante: inclinarse ante la soberanía ideológica vigente o desembarazarse de verdad de la misma sin el subterfugio del melifluo “ni rojos ni azules”.

Es evidente que la estigmatización de Vox emprendida por “las izquierdas” es interesada y el punto crítico de la majestad de su soberanía ideológica, la que otorga la “autoridad” definitiva para decidir sobre lo que es sano y lo que es enfermo. En términos objetivos la catalogación de Vox en la “extrema derecha” o en la “ultraderecha”, etiqueta que por ejemplo Arcadi Espada defiende pero no desde la demagogia socialpodemita sino con honestidad intelectual, tendría que matizarse en extremo. Por su atracción sentimental es un partido de “derecha, derecha de toda la vida”, al fin y al cabo lo que en el imaginario del votante del PP tendría que ser el PP. Pero añade posicionamientos que en parte son de ese imaginario y en parte lo rebasan, sin necesariamente contradecirlo: control riguroso de la emigración, cuestionamiento de la U.E. al menos “tal como está” y supresión de las autonomías, por citar lo más mollar y definitorio. Todo esto es políticamente discutible incluso lo que cabe o no en la Constitución, pero nada demuestra que esta formación pretenda saltarse la Constitución incluso a la hora de proponer su reforma.

En cuanto a su naturaleza política según sus programas, proclamas y dirección vectorial, sólo se le puede considerar ultraderecha desde la tergiversación que éste término tiene con la irrupción de los movimientos antieuropeístas y antimigratorios. Pero sobre todo en nuestro caso con la tergiversación interesada en la que ha basado la izquierda gran parte de su dominio.

Si se entiende por ultraderecha lo que enseña la experiencia histórica hay dos caracteres relevantes: el proyecto de supresión, o al menos de su condicionamiento restrictivo y dictatorial, de la democracia liberal y el Estado de derecho en nombre de la nación, así como el proyecto ideológico/ sentimental de patrimonializar la nación convirtiendo la identidad étnico-nacional en el motivo exclusivo de la identidad y los derechos civiles y políticos. Por supuesto llevado hasta sus últimas consecuencias estaríamos ante un régimen totalitario semejante al nazismo, el fascismo o los comunistas, quienes apelan a lo “social” o a la “nación” o a ambos según convenga, no como sujeto de derecho sino como sujeto de la falta de derechos.

No aprecio en Vox compromiso con esta deriva. Dicho esto sin que sea despreciable la posibilidad de que en un futuro no tan hipotético la pulsión antieuropeísta en toda Europa se polarice en identitarismo nacionalista. Tal ideología es un negativo del izquierdismo, sin que impida su fusión como en el caso del nacionalismo izquierdista separatista de nuestros lares. Reverso de la izquierda con su “derecho” a certificar la condición de demócrata y de solidario, el nacionalismo certificaría la “españolidad”, fundando la condición de ciudadanía en una más o menos imaginaria identidad étnica, lo que por la idiosincrasia española sería más bien étnico/cultural.

El problema de la constitucionalidad de Vox se plantea en torno a su proyecto de un Estado centralizado. ¿Lo convierte en un partido inconstitucional aun respetando el juego constitucional?
Por supuesto Podemos o los separatistas son inconstitucionales por no respetar las reglas del juego para el logro de sus proyectos. No hablo de esto sino si la desaparición de las autonomías significaría un cuestionamiento de la idea factible y constitucional de España. Así por ejemplo lo da a entender Nuñez Feijoo que ha puesto al mismo nivel la unidad de España y el Estado de las autonomías. Creo que aunque tal proyecto centralista traería consigo más perdida que ganancia y que es difícil concebir la España de nuestro tiempo sin autonomías, en términos de derecho la nivelación entre la unidad de España y la organización autonómica cuestiona la idea de España como sujeto político, así como la libertad e igualdad de la ciudadanía. ¿Tenemos acaso una soberanía compartida y distribuida? Pero dejando este extremo ,más extravagante es reputar de ultraderecha autoritaria esta propuesta antiautonomista, lo que excluiría de la condición de demócrata por ejemplo a algo tan jacobino como la Francia actual.

Rivera corre el peligro de quedar fagocitado por el discurso de la izquierdas de enfeudarse acríticamente en el discurso de Valls. Es de suponer que con toda su buena voluntad Valls piensa a la francesa para España, con todo lo bueno y lo malo. Trata de salvarnos de la disgregación y del antieuropeísmo pero afronta el reto en clave del conflicto entre la Francia cosmopolita y la Francia lepenista de Juana de Arco. Así para engrandecer el presunto peligro de Vox tiene que minusvalorar el que significa el independentismo y el chavismo.

Para asumir este planteamiento Rivera tendría que hacer caso omiso de su propia experiencia. Tiene que imaginar más que ver. La retórica equidistante entre “rojos y azules” es eficaz publicitariamente pero contiene serias trampas intelectuales e ideológicas. Se apoyaba en algo tan cierto como que el PSOE yel PP retroalimentan su animosidad interesadamente, pero incorpora la confusión de la metáfora que no distingue entre sus términos. Porque mientras la izquierda considera enemiga a la derecha, su enemigo exclusivo prácticamente, y le achaca falta de sinceridad y pedigrí democrático, la derecha considera a la izquierda su adversario, pero sinceramente demócrata. Por supuesto que la derecha no ha errado al comportarse tan exquisitamente cumpliendo con las formas democráticas, sino que ha errado al no querer asumir la existencia de esa asimetría y lo que eso supone en términos prácticos.

A. Espada ve en esta tesitura una ocasión para que el PSOE vuelva al redil constitucional y cree que esta debe ser la misión de Cs. No deja claro si Cs ha de afrontar el intento por deber moral, aunque le lleve al sacrificio y el práctico suicidio, o si bien ha de hacerlo para evitar su desaparición, que llegaría inevitablemente de quedar “contaminado” por Vox. Estamos en todo caso ante una coyuntura en la que el cálculo y lo correcto se solapan y a lo que parece Arcadi no quiere meterse en camisa de once varas, establecida la posición de principio.

Pero su posición de principio, suponiendo sólo atienda al presunto deber ético, sólo se sostiene en algo tan discutible como el seguro carácter antidemocrático de Vox. ¿Cómo es posible que se tome por seguro algo tan discutible y seguramente falso? Me atrevo a pensar que el Sr. Espada peca por una parte de intelectualismo y por otra parte descuidar el problema del supremacismo moral de la izquierda. Por lo primero da preeminencia a unas diferencias que pueden tornarse conflictivas y estar en primer plano sólo cuando se haya vencido al desafío podemita/independentista. Por lo segundo hay algo de exceso de prevención ante el indudable eco de la algarabía mediático callejera. Parece que en el fondo Cs tendría que priorizar no quedar apresado en la tela de araña mediática/progre y para ello no contaminarse con Vox, con independencia de que eso sea o no correcto y éticamente responsable.

Es cierto que Rivera puede soñar con el rescate del PSOE o al menos con agudizar las contradicciones entre sus filas ofreciéndose como una alternativa constitucional al sanchismo, alternativa más “simpática” y sugerente que la derecha tradicional y la presunta “extrema derecha”. Pero si para hacerlo tiene que sumarse al “cordón sanitario” contra Vox asumiría lo esencial del discurso engañoso vigente, con resultados bien inciertos para sus intereses, por no decir que con muy probable descalabro. Pero esto nunca se sabe. Para bien o para mal las contradicciones del PSOE son cosa de familia y maduran dentro de casa, por lo mismo que el vínculo electoral es de tipo familiar, aunque sea de familia laica. Esto último hay que tenerlo en cuenta a la hora de hacer cálculos electoralistas, incluyendo la posibilidad de que el empequeñecimiento del PSC haya sido algo muy excepcional.

A lo único que puede aspirar Rivera entregándose a este sueño es a conseguir de esa manera un espejismo de iniciativa política, pero es muy improbable que obtenga el botín macronita por el que tanto se arriesgaría. Ahora bien de volver a la realidad tendrá que asumir decir la verdad, enfrentarse al engaño sistémico mediático y sobre esto siempre cabe la duda ¿consta este entramado sólo de molinos de viento?.

¿Está en condiciones Valls de comprender estas contradicciones? ¿Cuanto puede depender la estrategia de Rivera de esta comprensión?


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