En Andalucía las elecciones tienen de por sí algo de otoñal,
mueven a a la melancolía. Mientan un estado de intemporal caducidad,
pero también de anómala y vivaz caducidad, tan vivaz que es capaz
de regenerarse sola.
Al
igual que en la Navidad o en las operaciones salida de las vacaciones
y los puentes y acontecimientos semejantes, al llegar las elecciones
andaluzas retorna el mismo ritual. En este caso la pregunta
irremediable: ¿cómo es posible que otra vez “la PeSOE” y la
vuelta a las andadas de la corrupción, el atraso, el
clientelismo,etc?. Lo bueno de la pregunta es que también se da por
supuesto que las supuestas víctimas, las gentes andaluzas, están
bien al tanto de lo que va a dar de sí la nueva legislatura, pero
con la idea de que no tiene importancia, o mejor: que no es lo
importante. Es como si se pensara: “después de tanto señorito
explotador estos de la PeSOE son señoritos pero son nuestros
señoritos”.
Pero
para los socialistas lo anómalo es que el sistema andaluz no se haya
extendido al resto de España, al menos con toda su pureza, después
de tantos años.
Tiene
sentido que se lo pregunten por su familiaridad con la peculiaridad
política andaluza. Andalucía es para el socialismo el modelo de lo
que debiera ser la sociedad española. Una sociedad más inspirada en
el “modo de producción asiático” que tanta curiosidad despertó
en Marx que en el eclecticismo liberalsocialdemócrata de su entorno
natural.
Pero los socialistas nunca reconocerán la otra peculiaridad, incluso considerarían ofensivo mencionarla: Que su cortijo es la expresión más genuina de lo mitologizada que está la sociedad española en lo que a actitudes políticas se refiere. Porqu guste o no guste es preciso constatar que aquí, en toda España, la principal fuente de energía política son los mitos políticos y estos desde la transición son de izquierda o nacionalistas.
Pero los socialistas nunca reconocerán la otra peculiaridad, incluso considerarían ofensivo mencionarla: Que su cortijo es la expresión más genuina de lo mitologizada que está la sociedad española en lo que a actitudes políticas se refiere. Porqu guste o no guste es preciso constatar que aquí, en toda España, la principal fuente de energía política son los mitos políticos y estos desde la transición son de izquierda o nacionalistas.
En
Andalucía la energía mítica es tan poderosa como en las regiones
tomadas por los nacionalistas. Prácticamente telúrica. Pero además
es casi perfecto el maridaje entre la mitología local y la mitología
renovada del socialismo posfranquista. Se ha congraciado el mito de la
figura insustituible del señorito y el mito de la exclusiva
legitimidad democrática de la izquierda, que esta comparte
generosamente con toda inclinación centrífuga. De forma que según
lo que prescribe el mito desde que se hizo operativo, una
vez derrocado el señorito retro y explotador, le ha tocado a la izquierda instalarse en su trono como el señorito progre y providente. Con sumo gusto desde luego.
Pero
en este espejismo de la civilidad, políticamente hablando, hay que
alabar la habilidad del PSOE de mantener la figura y el poder
estimulando a la vez el orgullo andaluz y los parabienes a las
oligarquías separatistas que tienen a lo andaluz por lo más
despreciable, el ejemplo de cuan despreciable es España. Esta
apuesta que le podría despeñar no se debe a despiste o a querencias
inconfesables sino al interés sagrado de mantener a todo coste la
alianza con el nacionalismo. El sacrificado en este caso es el orgullo andaluz,
pero no se tiene porque pagar porque ya se sabe que una campaña electoral es un microclima
autorregulable.
Hay
otro mito en ciernes y no podía ser de otra manera. Se ha destapado
abiertamente en este ritual, tan mágico como tópico, electoral:
“Una cosa es Andalucía y otra España”. Apunta a que “España
nos roba” y si cuaja será por fin “Andalucía no es España”.
Aportación, claro está, podemita en el sembrado de “la PeZOE”.
Hasta hace poco el latifundio socialista andaluz era el principal
aval del PSOE de su españolidad ante el resto de España. Bastaba
que fuera así sin proclamarlo y sin aspavientos, porque en toda
España la españolidad se suponía pero no era de gustosa exposición
. Ahora que toca ver como será la disgregación, no la disgregación
en sí que parece cantada, la diferencia no es de “lo social”, va
a ser de “identidad”. Con los podemitas moviendo el cotarro por
supuesto y los socialpodemitas soñando con la recogida.
En
este panorama mítico electoral sólo cabe advertir que cambio es sinónimo
de desmitificación. En Andalucía y en toda España como se va ver
enseguida.
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