sábado, 1 de diciembre de 2018

EN EL OTOÑO ANDALUZ


En Andalucía las elecciones tienen de por sí algo de otoñal, mueven a a la melancolía. Mientan un estado de intemporal caducidad, pero también de anómala y vivaz caducidad, tan vivaz que es capaz de regenerarse sola.

Al igual que en la Navidad o en las operaciones salida de las vacaciones y los puentes y acontecimientos semejantes, al llegar las elecciones andaluzas retorna el mismo ritual. En este caso la pregunta irremediable: ¿cómo es posible que otra vez “la PeSOE” y la vuelta a las andadas de la corrupción, el atraso, el clientelismo,etc?. Lo bueno de la pregunta es que también se da por supuesto que las supuestas víctimas, las gentes andaluzas, están bien al tanto de lo que va a dar de sí la nueva legislatura, pero con la idea de que no tiene importancia, o mejor: que no es lo importante. Es como si se pensara: “después de tanto señorito explotador estos de la PeSOE son señoritos pero son nuestros señoritos”.

Pero para los socialistas lo anómalo es que el sistema andaluz no se haya extendido al resto de España, al menos con toda su pureza, después de tantos años.

Tiene sentido que se lo pregunten por su familiaridad con la peculiaridad política andaluza. Andalucía es para el socialismo el modelo de lo que debiera ser la sociedad española. Una sociedad más inspirada en el “modo de producción asiático” que tanta curiosidad despertó en Marx que en el eclecticismo liberalsocialdemócrata de su entorno natural.

Pero los socialistas nunca reconocerán la otra peculiaridad, incluso considerarían ofensivo mencionarla: Que su cortijo es la expresión más genuina de lo mitologizada que está la sociedad española en lo que a actitudes políticas se refiere. Porqu guste o no guste es preciso constatar que aquí, en toda España, la principal fuente de energía política son los mitos políticos y estos desde la transición son de izquierda o nacionalistas.

En Andalucía la energía mítica es tan poderosa como en las regiones tomadas por los nacionalistas. Prácticamente telúrica. Pero además es casi perfecto el maridaje entre la mitología local y la mitología renovada del socialismo posfranquista. Se ha congraciado el mito de la figura insustituible del señorito y el mito de la exclusiva legitimidad democrática de la izquierda, que esta comparte generosamente con toda inclinación centrífuga. De forma que según lo que prescribe el mito desde que se hizo operativo, una vez derrocado el señorito retro y explotador, le ha tocado a la izquierda instalarse en su trono como el señorito progre y providente. Con sumo gusto desde luego.

Pero en este espejismo de la civilidad, políticamente hablando, hay que alabar la habilidad del PSOE de mantener la figura y el poder estimulando a la vez el orgullo andaluz y los parabienes a las oligarquías separatistas que tienen a lo andaluz por lo más despreciable, el ejemplo de cuan despreciable es España. Esta apuesta que le podría despeñar no se debe a despiste o a querencias inconfesables sino al interés sagrado de mantener a todo coste la alianza con el nacionalismo. El sacrificado en este caso es el orgullo andaluz, pero no se tiene porque pagar porque ya se sabe que una campaña electoral es un microclima autorregulable.

Hay otro mito en ciernes y no podía ser de otra manera. Se ha destapado abiertamente en este ritual, tan mágico como tópico, electoral: “Una cosa es Andalucía y otra España”. Apunta a que “España nos roba” y si cuaja será por fin “Andalucía no es España”. Aportación, claro está, podemita en el sembrado de “la PeZOE”. Hasta hace poco el latifundio socialista andaluz era el principal aval del PSOE de su españolidad ante el resto de España. Bastaba que fuera así sin proclamarlo y sin aspavientos, porque en toda España la españolidad se suponía pero no era de gustosa exposición . Ahora que toca ver como será la disgregación, no la disgregación en sí que parece cantada, la diferencia no es de “lo social”, va a ser de “identidad”. Con los podemitas moviendo el cotarro por supuesto y los socialpodemitas soñando con la recogida.

En este panorama  mítico electoral sólo cabe advertir que cambio es sinónimo de desmitificación. En Andalucía y en toda España como se va ver enseguida.












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