Falló el gobierno de Frente Popular por la desconfianza entre sus
líderes y el recelo de Europa. Pero sobre todo por el desencuentro
sobre la cuestión catalana.
¿Desencuentro?
Si algo hay que
destacar de la campaña socialista es el carpetazo a los aspavientos
españolistas y la retirada al fuego del hogar que guarda Iceta y
aventa Esquerra y cía. ¿Hasta donde alcanza entonces el
desencuentro entre socialistas y podemitas sobre la “solución”
catalana?
Sz emergió a la
cabeza de un proceso de podemización del socialismo al que sólo le
falta aceptar el derecho de autodeterminación... pero tampoco opone
su rechazo incondicional. La podemización del PSOE es pues
imperfecta, pero de una imperfección indefinida. Puede acabar en
cualquier cosa.
De hecho el programa
público socialista para los separatistas es la indeterminación, eso
de que “hablando se entiende la gente”. En este caso “el
diálogo dentro de la ley” amenaza con ser una restauración
sarcástica del “de la ley a la ley” de Don Torcuato. Bastaría
algún retoque y algún despiste para que lo de “nacionalidades y
regiones” signifique “nación de naciones”, o sea soberanía de
soberanos.
¿Qué impide pues
la podemización perfecta? La pregunta tiene morbo habida cuenta de
que la relación del socialismo con los nacionalismos está cada vez
más próxima al enamoramiento, sin duda que platónico, y no sólo a
la asociación interesada. En esto se distingue de Podemos. Pablenin
nunca se enamorará de los separatistas. Es demasiado narcisista para
tanto amor. Los ve como a todos, una pieza útil para la revolución.
Eso sí, la que más cuidado merece porque es la única
“revolucionaria”, es decir capaz de forzar un “proceso
constituyente”.
No viene al caso
justificar este enamoramiento socialista sugerido. Lo relevante es
que todavía el socialismo no se atreve a dar pasos decisivos para
abrir las puertas de la independencia por temor a su propio
electorado. Pero mientras duda más se enamora, más gozoso le
resulta fiar su destino al bienestar separatista.
El centro de
gravedad está en el electorado socialista, con toda su podemización
a cuestas. ¿Estaría dispuesto a consentir un proceso que conduzca a
la autodeterminación, aunque sólo fuera por abstención o
indiferencia? ¿se alcanzaría un grado suficiente de consentimiento
para resistir la reacción de “las derechas” y los
constitucionalistas en general? ¿es suficiente el odio a “las
derechas” para dejar que se propague el incendio de la casa de
todos? Hay razones para creer que el público de izquierdas no tiene
dudas porque ni siquiera cree que exista el problema.
Sz alivia su
indeterminación soñando que un estatuto de preindependencia genere
un nuevo status quo, pero depende de que Esquerra e Iceta no lo
condicionen abiertamente a la autodeterminación cualquiera que sea
la fórmula. ¿Por qué no la independencia, pactada y legalizada eso
sí , si ya se tiene la seguridad de la preindependencia?
Tal es la verdadera
clave poselectoral. Es claro que la reactivación de un gobierno de
Frente Popular sólo es posible acordando el programa con los
separatistas. Es por otra parte la única garantía de que Pablenin
no sea el valedor gubernamental de la autodeterminación.
En último término
se despeja, porque la realidad obliga, la entidad del laberinto
separatista. Las posibilidades del separatismo están en proporción
directa a la importancia que tenga la independencia para la izquierda
social y para la Unión Europea. Como esto último depende de lo que
importe al Estado español y esto lo determina lo que quiera la
izquierda, estamos a la espera de que quienes tienen en su mano la
sartén de lo que ha de ser España, si España o Expaña, se
decidan. Porque aunque creen que no están por decidirse lo van a
tener que hacer.
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