jueves, 19 de septiembre de 2013

APUNTE SOBRE EL FUTURO DEL ESTADO DEL BIENESTAR.



El nuevo rey de Holanda se ha estrenado transmitiendo un discurso elaborado por el gobierno socialdemócrata, en el que avisa de que el Estado de Bienestar va a ser insostenible, si no lo es ya.
Lo cierto es que las generaciones de la postguerra y especialmente después de Mayo del 68 y el avance en la Unión Europea, tenemos el Estado del Bienestar por algo tan eterno y casi natural como las Pirámides de Egipto. Esta idea se complementaba con la confianza en que el progreso productivo y material sería incesante, como incesante ha de ser el desarrollo tecnológico que lo sostiene y propicia. Es lógico desde este punto de vista que los cortes y hasta el peligro de zozobra del Estado del Bienestar sean vistas como una artimaña para expropiar a los humildes de sus derechos en beneficio de los poderosos, máxime cuando son los principales paganos de la crisis, y cuando la tendencia es siempre a que el abismo entre los más ricos y los más pobres crezca sin parar. 
La otra cara de la moneda es que se pretende vivir conforme al patrón de vida vigente y esto por muchas generaciones. Este patrón, se denomine bienestar o  hedonismo consumista, determina la medida de la igualdad y la justicia, así como la aportación que se reclama al Estado de Bienestar. El estatalismo socialdemócrata se ha demostrado útil pero insuficiente para garantizar cotas de igualdad y justicia razonables porque la tensión entre la demanda de mejorar ilimitadamente el bienestar y las prestaciones del Estado de Bienestar tiene que ser creciente. Sabemos también lo que puede dar de sí el revolucionarismo. Las soluciones políticas son limitadas si falta el pulso vital para crear fórmulas desde abajo para un estilo de vida más comunitario y solidario.

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