domingo, 1 de septiembre de 2013

DON QUIJOTE EN SIRIA



Es  difícil atisbar cual puede ser el interés de los EEUU para intervenir en  Siria. Si lo hicieran por cálculos geoestratégicos o económicos su torpeza ya rebasaría el record de estupidez intensiva de la administración Bush en Irak.  Sólo se adivina el posible interés de Israel de comprometer la intervención directa de Irán para ajustar las cuentas de sus veleidades atómicas. Pero el riesgo para USA y también Israel  parece excesivo en el mejor de los casos. En un entorno en el que USA no puede siquiera aspirar a ganar influencia y en el que cualquier alternativa lo empeoraría todo, incluso en lo que a los derechos y la vida  humana se refiere, parece que Obama no tiene más remedio que intervenir, o mejor, aparentar que interviene.

 Lo paradójico es que tiene suficientes razones morales, y desde un punto de vista impecablemente ético debería intervenir, pero en el plano práctico estas razones se quedan en un soufflé, porque una intervención no parece que las pueda hacer valer y seguramente acarrearía males mayores. Su único interés práctico realista nada tiene que ver con esos motivos y en realidad es contrario a los mismos: dejar que la situación se pudra y en ese estado que los contendientes se neutralicen hasta la inacción. Pero Obama tiene que intervenir por  razones de prestigio. Ha empeñado  su palabra de no consentir atrocidades inhumanas y esta es la imagen que se ha construido ante la opinión pública. Esta imagen afecta igualmente a USA y las potencias Occidentales a las que la opinión pública reclama responsabilidad moral, es decir hacer uso de su poder a la manera de un Quijote global que defiende las causas humanitarias y los derechos humanos en todo el orbe. Contra los tópicos al uso que todo lo explican por intereses económicos o geoestratégicos uno de los fenómenos más notables de los últimos tiempos es el peso  creciente  de los intereses humanitarios que mueven a la opinión pública. Y en general el peso de la opinión pública a través de los medios y de las redes sobre la política de los gobiernos libres. No se trata de que estos por esa presión se tornen buenos y santos, sino que su poder y prestigio no puede quedar al margen de ciertas hipotecas morales ante las que la opinión pública es particularmente sensible. Pero la opinión pública es un animal especialmente veleidoso y tornadizo, como los hinchas de un equipo de futbol que tornan su amor en odio y viceversa por mor de un gol. Los televidentes no pueden soportar las atrocidades que ven casi en directo y que sienten tan cerca como si las sufriera su vecino, al que por cierto normalmente se desconoce. Creen que los poderosos igual que han provocado tamañas maldades deben evitarlas casi tocando un botón.  No se para cuentas en el hecho de que si ni siquiera las autoridades locales son capaces de evitar el botellón o las agresiones y crímenes  machistas,  o las masacres periódicas e indiscriminadas que producen los dementes en USA,  por muchas campañas que hagan, raramente los poderes globales podrán hacer mucho en conflictos en los que los protagonistas son otros. Pero esta misma opinión pública se indigna cuando aparecen los destrozos y las masacres que una intervención generalizada inevitablemente produce. Los poderes poderosos han tratado de ocultarlo vendiendo la imagen de una guerra aséptica, pero la opinión pública ya está escarmentada. Obama sabe que ha de intervenir lo justo para no tener  que intervenir, lo justo para ser Quijote y no ser imputado como Bush bis o incluso de Hitler redivivo. Las potencias silentes y moralmente irresponsables como URSS y China, ante las que la opinión pública es tan indiferente como  a ellas les resulta indiferente la opinión pública, esperan que se cueza en su salsa.

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