Hay casi unanimidad en atribuir al consentimiento ante el doping una
de las razones del varapalo que nos ha infligido el COI. Naturalmente hay
razones muchos más poderosas, pero esta contribuye.Porque entre otras
cosas la permisividad está a la vista de
todos y poco podemos decir. Lo que puede mover a nuestras autoridades, y
también en el fondo a la opinión pública, a la política de hacer la vista gorda
tiene que ver sin duda con la casi ancestral simpatía e incluso admiración de
la picaresca. En clase mis alumnos no se podían creer que si en USA un alumno
copia en un examen su compañero lo denuncia al momento y luego toda la clase le
hace el vacío, al copiante, no al denunciante. Aquí este sería escarnecido por
chivato y el copiante exaltado como un héroe, de tener éxito. Es parte del
singular sentido ibérico de la solidaridad. Pero hay motivos inconscientes más
profundos, que eso sí la afición a la picaresca refuerza. Desde la transición y
especialmente desde el impulso de Barcelona 92, los grandes éxitos deportivos
se han convertido en uno de los pocos motivos de autoestima y unidad colectiva
de los españoles. Pero no a la manera del modelo de los países del antiguo
bloque soviético, dirigido a abarcar a toda la juventud desde el deporte de
base. Nuestro modelo es el triunfo en los deportes-espectáculo, futbol,
baloncesto, y balonmano, sin duda porque casualmente se nos dan bien. Las
gentes se aferran como a un clavo ardiendo a las gestas de Nadal, Gasol o
Iniesta, para expresar un sentimiento que el juego político tiene vedado y que
nos condena al siempre tortuoso cainismo. En las naciones normales los triunfos
deportivos refuerzan y enaltecen el sentimiento de unidad colectivo, aquí son
uno de los pocos alicientes para que se cree este sentimiento. La transigencia
con el doping de alto nivel sería incomprensible sin este hecho. Lo necesita la
sociedad y lo aprovechan las autoridades. Con esto se hace insoportable la
distancia entre un deporte de base macilento en gran medida dejado a su suerte
y un deporte de élite concentrado en contados deportes-espectáculo y dentro de
estos en menos clubs. La macrocefalia deportiva es análoga a la que tiene el
sistema educativo. Sólo que de este no podemos ni nos atrevemos a presumir.
Hay una inflación de ingenieros,
arquitectos y de carreras de postín, hay un desparrame de titulados en carreras
como periodismo, humanidades, derecho, económicas, sin apenas porvenir profesional,
y como complemento un sistema de guardería de adolescentes camuflado de
enseñanza básica. Igual que respecto al deporte la sociedad demanda triunfos
internacionales en la educación demanda títulos, por muy bajo que se coticen.
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