miércoles, 11 de septiembre de 2013

LA GRACIA DEL DOPING.

No sólo se consiente el doping, sino que estamos bajos los focos de la atención internacional.


Hay casi unanimidad en atribuir al consentimiento ante el doping una de las razones del varapalo que nos ha infligido el COI. Naturalmente hay razones muchos más poderosas, pero esta contribuye.Porque entre otras cosas  la permisividad está a la vista de todos y poco podemos decir. Lo que puede mover a nuestras autoridades, y también en el fondo a la opinión pública, a la política de hacer la vista gorda tiene que ver sin duda con la casi ancestral simpatía e incluso admiración de la picaresca. En clase mis alumnos no se podían creer que si en USA un alumno copia en un examen su compañero lo denuncia al momento y luego toda la clase le hace el vacío, al copiante, no al denunciante. Aquí este sería escarnecido por chivato y el copiante exaltado como un héroe, de tener éxito. Es parte del singular sentido ibérico de la solidaridad. Pero hay motivos inconscientes más profundos, que eso sí la afición a la picaresca refuerza. Desde la transición y especialmente desde el impulso de Barcelona 92, los grandes éxitos deportivos se han convertido en uno de los pocos motivos de autoestima y unidad colectiva de los españoles. Pero no a la manera del modelo de los países del antiguo bloque soviético, dirigido a abarcar a toda la juventud desde el deporte de base. Nuestro modelo es el triunfo en los deportes-espectáculo, futbol, baloncesto, y balonmano, sin duda porque casualmente se nos dan bien. Las gentes se aferran como a un clavo ardiendo a las gestas de Nadal, Gasol o Iniesta, para expresar un sentimiento que el juego político tiene vedado y que nos condena al siempre tortuoso cainismo. En las naciones normales los triunfos deportivos refuerzan y enaltecen el sentimiento de unidad colectivo, aquí son uno de los pocos alicientes para que se cree este sentimiento. La transigencia con el doping de alto nivel sería incomprensible sin este hecho. Lo necesita la sociedad y lo aprovechan las autoridades. Con esto se hace insoportable la distancia entre un deporte de base macilento en gran medida dejado a su suerte y un deporte de élite concentrado en contados deportes-espectáculo y dentro de estos en menos clubs. La macrocefalia deportiva es análoga a la que tiene el sistema educativo. Sólo que de este no podemos ni nos atrevemos a presumir. Hay  una inflación de ingenieros, arquitectos y de carreras de postín, hay un desparrame de titulados en carreras como periodismo, humanidades, derecho, económicas, sin apenas porvenir profesional, y como complemento un sistema de guardería de adolescentes camuflado de enseñanza básica. Igual que respecto al deporte la sociedad demanda triunfos internacionales en la educación demanda títulos, por muy bajo que se coticen.

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