viernes, 21 de noviembre de 2014

TODO POR MI PARTIDO ¿POLÍTICA O PSICOLOGÍA?


Sra. Rosa Díez: no quisiera echar leña al fuego de su hoguera, con perdón de la hoguera, pero creo que comprender las “razones”* de su posición requiere del más exquisito paladar del mejor Gourmet y de la más fina capacidad de análisis de los más duchos politólogos ¿Son por eso los líderes de Podemos los más capacitados para comprenderla? Por lo que tienen de “politólogos” claro. ¿Les pedimos un “estudio” con beca?
*Una muestra. Irene Lozano ha rechazado la elección de los candidatos y de los líderes comunes con Cs. por ser una propuesta “maximalista” y también ha defendido que no se trata de “repartirnos los puestos en las listas”. Si de elaboración de listas se trata ¿acaso quería proponer un sorteo entre quienes se presenten?

La enfermedad del partidismo a toda costa y por encima de todo ofrece dos perfiles. Uno es la tendencia común a confundir el bien del Partido con el bien común, cosa natural porque al fin y al cabo cada Partido es en su origen, o debiera serlo, un proyecto para el bien común. De ahí también la virginidad de la que gozan al inaugurarse. La otra tendencia, hasta cierto punto también natural, es la de creerse siempre con la razón y ser por ello imprescindible. Inconscientemente esto siempre lleva creer que la marcha de las cosas camina en la dirección del interés del Partido aunque circunstancialmente hayan reveses y tropiezos. Por desgracia en España nuestra clase política si algo tiene en común es la de formarse en la escuela del partidismo, que en nuestro país es la versión secular de la fidelidad debida a la Iglesia. Hace falta mucha altura de miras y de claridad mental para distinguir en cada caso la lógica y el interés del Partido del bien general y la marcha de las cosas. “Habilidad”, como dicen los psicólogos, que no abunda en estos lares por el arraigo de esta cultura.
Hay decisiones nefastas que pueden arruinar las obras más meritorias. En muchos de estos casos no es fácil discernir lo que hay de error y de sometimiento a las inclinaciones personales. Aunque todo puede cambiar en este mundo, da la impresión de que el proyecto de Rosa Diez, al menos en lo que tiene de proyecto partidista, ya ha tocado techo y está rebotando entre las paredes en que se haya estancada. Es algo bastante injusto porque ha apostado por cuestiones capitales que la izquierda ha pisoteado y la derecha ha desdeñado, para que no se diga. No menos injusto es que, bajo sus pies, Podemos capitalice la lucha contra la corrupción porque, como da entender, promete que rodarán cabezas. Pero en política no hay justicia, aunque sólo cabe la justicia si triunfa una política justa, que de eso se trata.
Lo cierto es  que Rosa Diez no ha podido librarse de sus limitaciones originales que son de diverso orden.
- Para la gran masa socialista es una traidora y nunca se lo perdonarán aunque baile sevillanas.
-Su ascendencia partidista es ajena a ningún movimiento colectivo. En este sentido es vista como una opción de intelectuales o de entendidos ajena a la bolsa del gran público. 
-Nació, con razón o sin ella, con la impronta de partido bisagra, cosa que si primero generó expectativas, la enredó, con la irrupción de Podemos, en las redes de la “casta”. 
Por lo que a su imagen personal, su liderazgo no ha podido sacudir el sambenito de estar movido por la ambición de poder, por muy duro que esto suene. 

Es humana y políticamente comprensible que se rechace fundar un nuevo partido o una coalición electoral como menos a través de elecciones primarias. Se necesitaría altura de miras y eso no abunda. Pero el caso es que también se desaprovecha una gran ocasión, posiblemente irrepetible, de irrumpir en la escena política contrapesando el peso mediático y tal vez social de Podemos. Seguramente al PP y al PSOE tampoco le interesa animar esta posibilidad. Es muy discutible que haya diferencias programáticas tan sustanciales que lo justifiquen, máxime cuando los programas son guías que, en el mundo de la democracia mediática, respaldan la dirección de una política y la forma de dirigir, pero no pueden ser el dictamen de un notario o el cuadro de respuestas de un ordenador.
Pero sino soñaba con grandezas no era previsible tanta pequeñez. Ni siquiera coaliciones locales para los ayuntamientos. Como si el “sindrome del aparatchtik”, “todo por Mi partido”, fuese proporcionalmente mayor cuanto menor es el partido que lo sufre.
Un huérfano político que lamenta escribir esto.


No hay comentarios:

Publicar un comentario