Se achaca a Rajoy permitir una
ilegalidad flagrante, lo que es un hecho inobjetable, pero además
ha caído en lo que quería evitar a toda costa: nos ha puesto a los
españoles y a sí mismo ante el espejo. En este se muestran las dos
ficciones con las que estamos embaucados: que el Estado de derecho
rige con normalidad en toda España, además de ser inexpugnable, y
que el Procés es una comedia con la que Mas sólo quiere ocultar sus
vergüenzas o huir hacia adelante. La burla manifiesta de la ley no
ha sido más que la escenificación y culminación de la norma con la
que la Generalitat se ha regido desde hace mucho tiempo. Ha cumplido
si convenía y nada ha pasado cuando, por ejemplo, se ha tomado a
cachondeo las leyes sobre el aprendizaje en castellano dentro del
horario escolar. Por su parte Mas ha apostado hace tiempo por
proclamar la independencia y ahora le preocupa más Jonqueras que
Rajoy, para ser el primer President. Cosa para la que, por cierto,
tiene más bazas de las que “desde Madrid” se está dispuesto a
reconocer.
¿Podía hacer Rajoy otra cosa?
Mientras en ética el poder se sigue del deber, en política el deber
está mediatizado por el poder, es decir por la relación de fuerzas.
Hay que reconocer que Rajoy está a gusto en el discurso que se ha
creado sobre Cataluña. Se cree de veras que la inmensa mayoría
actuamos por motivos sensatos razonables y por eso está convencido
de que en el fondo los nacionalistas “moderados” son leales a la
ley. También lo cree así la mayoría de españoles, de forma que no
ha de hacer apenas esfuerzo para sintonizar en esto. Cuando el
Constitucional anuló el referéndum, Rajoy se ilusionó de veras y
creyó ver la luz en el fondo del túnel. Al impugnar la
“astutconsulta” debía suponer que todo estaba bajo control y que
Mas se limitaría a dar juego a sus mastines. Pero como no podía
exponerse a aplicar la ley a riesgo de promover un motín, quedaba a
los pies de los caballos,mientras a Mas se le brindaba la oportunidad
ideal de legitimarse ante la masas nacionalistas como burlador del
Estado. ¿Tienen ahora más sentido las lágrimas de Jonqueras?
En el estado de cosas actual no se me
ocurre que pudiera hacerse otra cosa que lo que (no) se ha hecho. Es
muy duro, pero a eso lleva la parálisis de los ciudadanos catalanes
no independentistas y la indiferencia generalizada de toda España,
actitudes que se realimentan mutuamente. Lo peor es tomar esta cesión
de ley por un “estricto cumplimiento de la ley”, considerar la
debilidad social y política del Estado de Derecho como fortaleza y
seguir en la creencia de que todo está bajo control y que esto “no
lleva ningún sitio”, salvo a la “frustración” de una gran
parte de la sociedad catalana. Bendita frustración, por cierto, si
eso significa que la independencia no llega a consumarse. A Rajoy
cabe achacarle entusiasmarse con su autoengaño creyendo que la
exposición de la ley es como un sortilegio que se cumple
automáticamente, mientras que al final todo se puede resolver entre
caballeros. Desconozco cuales pueden ser las soluciones si existen,
aunque no es difícil de imaginar la alternativa que está en juego.
Pero no lleva ningún sitio seguir con la ficción. Es preciso que
poco a poco los españoles se sitúen ante la realidad y de acuerdo
con ella tomen la decisión que prefieran, si apoyar a toda costa y
con todas las consecuencias el orden constitucional, si una reforma
que cree un nuevo Estado o la aceptación pura y simple de la
independencia catalana y de otros que puedan venir después. Todo
menos seguir en la indefinición amparada en la indiferencia o en el
“hartazgo”.
Por cierto al igual que otros remeros,
disculpen que en estos momentos no tenga tiempo para encontrarlos, he
tenido una especie de sueño-pesadilla de que Podemos podría llegar
a salvar la unidad de España. Como se decía antes “mejor una
España roja que rota”. Pero temo que estos leninistas de manual
(¿y qué leninista no lo es en el fondo?) se frotarán las manos si
tienen la ocasión de reprochar a la “La Casta” la desintegración
de España, y se sentirían bien a gusto si la separación de
Cataluña les aúpa cerca del Poder. Aunque siempre queda la
esperanza de que los espectros de Fidel Castro o de Chaves se les
aparezcan y les convenzan de que un verdadero revolucionario ha de
ser también un auténtico patriota...que quieren que les diga...
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