lunes, 10 de noviembre de 2014

TODOS CON RAJOY ANTE EL ESPEJO


Se achaca a Rajoy permitir una ilegalidad flagrante, lo que es un hecho inobjetable, pero además ha caído en lo que quería evitar a toda costa: nos ha puesto a los españoles y a sí mismo ante el espejo. En este se muestran las dos ficciones con las que estamos embaucados: que el Estado de derecho rige con normalidad en toda España, además de ser inexpugnable, y que el Procés es una comedia con la que Mas sólo quiere ocultar sus vergüenzas o huir hacia adelante. La burla manifiesta de la ley no ha sido más que la escenificación y culminación de la norma con la que la Generalitat se ha regido desde hace mucho tiempo. Ha cumplido si convenía y nada ha pasado cuando, por ejemplo, se ha tomado a cachondeo las leyes sobre el aprendizaje en castellano dentro del horario escolar. Por su parte Mas ha apostado hace tiempo por proclamar la independencia y ahora le preocupa más Jonqueras que Rajoy, para ser el primer President. Cosa para la que, por cierto, tiene más bazas de las que “desde Madrid” se está dispuesto a reconocer.
¿Podía hacer Rajoy otra cosa? Mientras en ética el poder se sigue del deber, en política el deber está mediatizado por el poder, es decir por la relación de fuerzas. Hay que reconocer que Rajoy está a gusto en el discurso que se ha creado sobre Cataluña. Se cree de veras que la inmensa mayoría actuamos por motivos sensatos razonables y por eso está convencido de que en el fondo los nacionalistas “moderados” son leales a la ley. También lo cree así la mayoría de españoles, de forma que no ha de hacer apenas esfuerzo para sintonizar en esto. Cuando el Constitucional anuló el referéndum, Rajoy se ilusionó de veras y creyó ver la luz en el fondo del túnel. Al impugnar la “astutconsulta” debía suponer que todo estaba bajo control y que Mas se limitaría a dar juego a sus mastines. Pero como no podía exponerse a aplicar la ley a riesgo de promover un motín, quedaba a los pies de los caballos,mientras a Mas se le brindaba la oportunidad ideal de legitimarse ante la masas nacionalistas como burlador del Estado. ¿Tienen ahora más sentido las lágrimas de Jonqueras?
En el estado de cosas actual no se me ocurre que pudiera hacerse otra cosa que lo que (no) se ha hecho. Es muy duro, pero a eso lleva la parálisis de los ciudadanos catalanes no independentistas y la indiferencia generalizada de toda España, actitudes que se realimentan mutuamente. Lo peor es tomar esta cesión de ley por un “estricto cumplimiento de la ley”, considerar la debilidad social y política del Estado de Derecho como fortaleza y seguir en la creencia de que todo está bajo control y que esto “no lleva ningún sitio”, salvo a la “frustración” de una gran parte de la sociedad catalana. Bendita frustración, por cierto, si eso significa que la independencia no llega a consumarse. A Rajoy cabe achacarle entusiasmarse con su autoengaño creyendo que la exposición de la ley es como un sortilegio que se cumple automáticamente, mientras que al final todo se puede resolver entre caballeros. Desconozco cuales pueden ser las soluciones si existen, aunque no es difícil de imaginar la alternativa que está en juego. Pero no lleva ningún sitio seguir con la ficción. Es preciso que poco a poco los españoles se sitúen ante la realidad y de acuerdo con ella tomen la decisión que prefieran, si apoyar a toda costa y con todas las consecuencias el orden constitucional, si una reforma que cree un nuevo Estado o la aceptación pura y simple de la independencia catalana y de otros que puedan venir después. Todo menos seguir en la indefinición amparada en la indiferencia o en el “hartazgo”.
Por cierto al igual que otros remeros, disculpen que en estos momentos no tenga tiempo para encontrarlos, he tenido una especie de sueño-pesadilla de que Podemos podría llegar a salvar la unidad de España. Como se decía antes “mejor una España roja que rota”. Pero temo que estos leninistas de manual (¿y qué leninista no lo es en el fondo?) se frotarán las manos si tienen la ocasión de reprochar a la “La Casta” la desintegración de España, y se sentirían bien a gusto si la separación de Cataluña les aúpa cerca del Poder. Aunque siempre queda la esperanza de que los espectros de Fidel Castro o de Chaves se les aparezcan y les convenzan de que un verdadero revolucionario ha de ser también un auténtico patriota...que quieren que les diga...

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