La justificación oficial de la
presencia de Margallo en el debate celebrado con Junqueras es su
conocimiento de los mecanismos legales y diplomáticos que impedirían
el reconocimiento internacional de una Cataluña independiente. Pero
esto sólo confirma el escenario absurdo y diabólico de la campaña
electoral para los constitucionalistas y especialmente el gobierno.
Por una parte hay que afirmar la imposibilidad de la independencia
por vulnerar la ley. Por otra parte hay que convencer a los catalanes
de que la independencia sería algo desastroso y nocivo para sus
intereses. Pero al aceptar la discusión en estos términos se admite
que, de triunfar electoralmente los secesionistas, se produciría la
independencia. En Escocia por ejemplo tenía sentido ese debate
porque estaba admitido legalmente el carácter ejecutivo del
plebiscito, pero en absoluto en España, al menos por ahora. En
nuestro caso sólo se puede salvar la contradicción de que la
independencia es imposible y al mismo tiempo que con la
elecciones decidimos sobre la misma, argumentando que es imposible
que ganen sus partidarios en las urnas, o que es imposible que la
comunidad de naciones admitiera a Cataluña. Pero es perfectamente
posible que gane el sí, mientras que lo segundo no pasaría de ser
una conjetura y no impide la tentación de lanzarse a la aventura, a
ver qué pasa. Reconozco que parece imposible zafarse de esta
contradicción, porque no hay más remedio que tratar de convencer de
que la independencia es injusta y dañina, como también de afirmar
la obligación de cumplir la ley. Pero a la vez que muchos siguen
pensando que, como la independencia es imposible, incluso
metafísicamente y con independencia de la respuesta del gobierno de
España, no va a pasar nada, cuaja la idea de que el que haya
independencia o no la haya depende del resultado electoral. El
gobierno al hacer de la imposibilidad del reconocimiento
internacional el principal argumento contra la independencia, asume
implícitamente que los secesionistas tienen derecho a tirarse por el
despeñadero, a probar con la independencia por su cuenta y riesgo.
Con lo que, si tiene que aplicar la ley y se atreve a hacerlo contra
la proclamación ilegal de independencia, habrá concedido razones
gratuitamente a quienes no están sobrados de ellas y habrá
confundido más de lo que está a la población española en general.
No se ha sabido en suma desmontar las falacias independentistas
dentro del único escenario posible: el de que la independencia es
imposible, porque no se va a permitir , porque se está dispuesto a
hacer lo que por ley haya que hacer. De dejarlo claro no tendría
que haber dudas: lo que está en juego no es la independencia sino el
desastre al que conducirá la aventura golpista de continuar.
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