jueves, 24 de septiembre de 2015

COMPRENDIENDO A MARGALLO


La justificación oficial de la presencia de Margallo en el debate celebrado con Junqueras es su conocimiento de los mecanismos legales y diplomáticos que impedirían el reconocimiento internacional de una Cataluña independiente. Pero esto sólo confirma el escenario absurdo y diabólico de la campaña electoral para los constitucionalistas y especialmente el gobierno. Por una parte hay que afirmar la imposibilidad de la independencia por vulnerar la ley. Por otra parte hay que convencer a los catalanes de que la independencia sería algo desastroso y nocivo para sus intereses. Pero al aceptar la discusión en estos términos se admite que, de triunfar electoralmente los secesionistas, se produciría la independencia. En Escocia por ejemplo tenía sentido ese debate porque estaba admitido legalmente el carácter ejecutivo del plebiscito, pero en absoluto en España, al menos por ahora. En nuestro caso sólo se puede salvar la contradicción de que la independencia es imposible  y al mismo tiempo que con la elecciones decidimos sobre la misma, argumentando que es imposible que ganen sus partidarios en las urnas, o que es imposible que la comunidad de naciones admitiera a Cataluña. Pero es perfectamente posible que gane el sí, mientras que lo segundo no pasaría de ser una conjetura y no impide la tentación de lanzarse a la aventura, a ver qué pasa. Reconozco que parece imposible zafarse de esta contradicción, porque no hay más remedio que tratar de convencer de que la independencia es injusta y dañina, como también de afirmar la obligación de cumplir la ley. Pero a la vez que muchos siguen pensando que, como la independencia es imposible, incluso metafísicamente y con independencia de la respuesta del gobierno de España, no va a pasar nada, cuaja la idea de que el que haya independencia o no la haya depende del resultado electoral. El gobierno al hacer de la imposibilidad del reconocimiento internacional el principal argumento contra la independencia, asume implícitamente que los secesionistas tienen derecho a tirarse por el despeñadero, a probar con la independencia por su cuenta y riesgo. Con lo que, si tiene que aplicar la ley y se atreve a hacerlo contra la proclamación ilegal de independencia, habrá concedido razones gratuitamente a quienes no están sobrados de ellas y habrá confundido más de lo que está a la población española en general. No se ha sabido en suma desmontar las falacias independentistas dentro del único escenario posible: el de que la independencia es imposible, porque no se va a permitir , porque se está dispuesto a hacer lo que por ley haya que hacer. De dejarlo claro no tendría que haber dudas: lo que está en juego no es la independencia sino el desastre al que conducirá la aventura golpista de continuar.

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