miércoles, 22 de marzo de 2023

LA MOCIÓN DEL TOCHO

 

Si la anécdota contara más que la categoría sería este el debate del Tocho, ¿pero hay categoría alguna en el Congreso para que la anécdota del Tocho no lo acapare todo? La justa expresión del hartazgo veterotestamentario de Don Ramón ha sido, me temo, el único soplo de vida desde hace mucho tiempo que ha aparecido por el cementerio de la mediocridad y zafiedad que marca la práctica parlamentaria. Y además con insoportable insulsez.


Touché Sánchez, touché su Sanchidad. Por más Tocho que saque para relamerse su herida. Nada toca más la egolatría del Chulo que saberse con dudas sobre su propio montaje, político por supuesto, es decir sobre sí mismo. Hay traumas de los que no es fácil recuperarse y menos disimular.

Pocos verán en el chispazo de Tamames la debilidad de quien por avanzada edad no puede templarse y se equivocarían al evaluar su espontaneidad como un gracioso desliz de poca educación. Es incomprensible sin la evidencia de que en el mundo político alguien tiene estilo, aunque parece que ya no exista. Y no debiera existir para quienes sospechan que su simple insinuación sea una señal de desdén insolidario. Cuando en realidad sería desden a quienes vienen presumiendo su multisuperioridad de marca y de fábrica (es decir de secta).


Y además de tener estilo guarda sustancia, valor y vanidad (que en casos u ocasiones afortunadas puede ir junto) para comparecer. Sólo algún parlamentario como C. Alvarez de Toledo ha tenido estilo vertido en este caso de prestancia retórica, sin merma de su toque de vanidad por supuesto. Dicho sea de paso sobre vanidades habría que hablar. Tanto que Sánchez se ha servido de su soberbia para disimular su vocación bolivariana, a la espera de que no necesite disimular.


Algo tan exiguo y exótico como esta moción por lo que afecta a nuestra vida política no es anécdota sino categoría. No sólo no hay estilo, valor sublime para los literatos y poetas, sino pavor al mismo como este aciago caso ha demostrado con creces. La capacidad de tener criterio propio y de buscarlo, la capacidad de que eso irradie un sello personal cuadra mal con la robotización de nuestra política. Robots zafios y encanallados cuando no hay más programa conductor que la gestión de los bajos instintos de la grey.


Se denuncia con razón la falta de experiencia profesional de la clase política, precisamente de los “profesionales de la política” o sea “activistas” denominados antes “revolucionarios profesionales”. Pero es mucho más grave no tanto esta falta de cultura sino la superficialidad ante la cultura que alcanza de diferentes formas al grueso apabullante de la clase política, oposición inclusive. Y también como parte de ello de Cultura política y cívica.


Paradoja donde las haya porque la progresía lacerante no es más que la cara de la inagotable expansión al mundo público y a la batalla por el poder del drama de la barbarie subcultural. En nombre por supuesto de la más alta cultura posilustrada de la que se siente propietaria.


Enfrente se guardan las espaldas por manifiesta inseguridad sobre su armazón ideológico y cultural. No es extraño que el juego dialéctico que ofrece la portavoz del PP sea ejemplo de lo que le queda por afinar a la ingeniería robótica.


No hay servidor público que sobreviva y compita con dignidad si pierde el sentido de lo que significa hacerse un criterio propio y de arraigarse en la “cultura vivaz” (bienaventurada idea de Ortega y Gasset). Dado lo pachucho del poso mental de nuestra sociedad civil, puede lucirse el copia tesis para jolgorio público. Hasta incluso presumir de su pícara habilidad. (En España los estudiantes, en general, tienen por héroe al copión, sobre todo cuando demuestra su destreza en los exámenes más comprometedores. En USA, por caso, son motivo del oprobio de sus compañeros, y de expulsión fulminante, reos de ser lo peor de los tramposos).


En cuanto a los efectos políticos lo justo es que Don Ramón saliera satisfecho de sí mismo, se lo ha merecido sin necesidad de alardes y tocando donde más duele: la autosatisfacción de su Sanchidad y del Sanchismo cortesano.


Por lo que al aterrizaje en la jugada política y sus truculencias se refiere todo está marcado por lo exótico del episodio. El libreto dice el trance va a acabar con unos o encumbrar a otros, pero nadie sabe a quien. El juego político que se procesa en el debate se ha convertido en un galimatías tan grande como el caleidoscopio de las interpretaciones publicadas y publicitadas. Los comentaristas más proclives coinciden en las ganas de ser útiles a los suyos, pero sin mucha claridad de como conseguirlo.


Falta un hilo conductor sobre lo que anda en juego en esta pelea de no se sabe de quien contra quien, aunque cada cual parta con su guión consabido. Falta un hilo para poder interpretar, distinguirse y machacar sin que se note que se dan palos de ciego. Y unos lo pueden sufrir más que otros. El escenario se parece a las batallas que Orson Welles muestra en Campanadas a Medianoche, donde lo único claro es el clamor de los cadáveres y sus restos preguntando donde se les va enterrar.


Seguro que muchos como este escéptico servidor nos tenemos que arrepentir por despreciar el efecto político de la aventura y la idoneidad política del candidato, fundamentalmente en cuanto a oportunidad se refiere. Me alegro de que sus ligerezas sobre la nación española se hayan corregido discretamente. El tema era enjundioso, en lo que al valor práctico de la teoría política se refiere. Pero bien pensado es una patata caliente para el socialismo. Porque de entrar en ello aireando las contradicciones de la posición intelectual de Don Ramón, Sánchez hubiera empezado a oler a chamusquina. Sus vergüenzas están para cuando pueda presumir de ellas.


En esto se han contenido. Ya se sabe que el abc del arte maquiavélico, y del sentido común además, es la selección beneficiosa de los temas, más que lo que se sostenga al tratarlos.


Ojala no me equivoque pero de haber un efecto en nuestro galimatías político será más subterráneo e incluso poético. En la superficie sólo un ventisquero que precede, eso sí, a las verdaderos ciclones. ¿En una secuencia causal? Tal vez un poco pero es mucho decir.


Ha bastado que la “conferencia” “platónica” haya sido más terrenal y gratificante en el orden de la dignidad moral de nuestra democracia. Es lo del Amor y la Ley que decía el apóstol. La vida es muy retorcida y el veterotestamentario Tamames se ha manifestado neotestamentario y ha sacado a relucir el Amor, y también la Pedagogía del tener estilo (el gran filósofo vasco vaga entre tanta fantasmagoría). Inopinadamente pero no tan casualmente, como a veces se escapa la verdad.


Dejando además perlas de cuan provechosa hubiera sido la buena pedagogía para prevenir el aplastamiento mental separatista, e incluso, bendita ilusión, cuanto bien les hubiera hecho a estos. O al menos si hubiera servido para que en toda España se estuviera lo suficientemente avisado de lo profundo que es el mal que nos corroe.


Por lo que a servidor respecta si algún lector despistado ha seguido este humilde tocho le agradezco su paciencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario