sábado, 20 de junio de 2015

DE BRUTALIDADES Y SIMPLEZAS DESDE UN PUNTO DE VISTA INTELECTUAL.





Sobre el artículo “Caca” de F. Savater, (http://elpais.com/elpais/2015/06/19/opinion/1434726132_134864.html) me ha llamado la atención la forma como el autor desvincula la zafia barbarie intelectual, que la vanguardia podemita del “cambio” demuestra, del marxismo o el pensamiento de Marx, que estos sin duda suscriben y tratan de poner en práctica.
“Algunos los toman por marxistas, pero la brutalidad simplificadora es lo contrario de la tesis de Marx, la cual no recomienda prescindir del conocimiento para transformar el mundo, sino que lo exige como requisito para el cambio revolucionario”. (Savater. El País)
El pensamiento o la recomendación que Savater atribuye a Marx es tan genérico que lo puede suscribir cualquier pensador, (exceptuando lo de “revolucionario”, que también vale para todo), y en realidad cualquiera que piense un poco. A lo sumo puede inspirar la filosofía de Platón, por clasificarlo de alguna manera, pero en el caso de C. Marx este pensamiento sólo tiene algún sentido si se pone en relación con el principio esencial de la filosofía de este autor que dice: “hay que dejar de interpretar el mundo, es hora de transformarlo”. Tal prédica no es neutral intelectualmente e inspira buena parte de la obra de Marx, destinada a servir de cobertura ideológica a este obsesivo empeño prometeico con el que Marx y los marxistas tratan de comprometer a la humanidad. Su sentido de la verdad es bastante servil de esas fantasías escatológicas y compromete enteramente el valor y el sentido de su obra. No ha sido Marx, precisamente con su obra, a mí me parece, quien puede dar lecciones de rigor intelectual, aunque muchos tengan por Biblia de las ciencias humanas, lo que me parece un artificio intelectual, digno de las más refinadas tramoyas barrocas, con el que envuelve graves simplezas. Pero en cualquier caso esto es una cuestión filosófica y la obra de Marx, en lo que tiene de filosófica, merece discutirse filosóficamente. Otra cosa, y es lo relevante, es la conexión espiritual entre una filosofía y una ideología política, máxime cuando ciertas políticas pretenden ser la aplicación de doctrinas filosóficas, como es el caso del marxismo. Y no se puede dudar de la conexión espiritual de nuestros ediles con el marxismo, y además con la versión más decimonónica y mostrenco-leninista del mismo. Y eso aunque la formación básica marxista de los mismos, intelectualmente hablando, deje tanto que desear, como puede igual lamentar la señora alcaldesa, a la que se supone una educación marxista más esmerada. Pero en política lo relevante son las ideas y valores que, como en el caso del marxismo, constituyen un implacable credo social y de eso se trata. En nuestro caso se puede ser marxista e intelectual y culturalmente tardío, sin que tal ineptitud mengüe lo más mínimo tal adscripción ideológica, de la misma forma que cabe estar en posesión de un gran refinamiento cultural, e incluso construir la más elevada obra del pensamiento y estar adscrito a la más aberrante barbarie política, e incluso inspirarla. Los casos son incontables. Heidegger, Spengler respecto al nazismo, D' Anuncio respecto al fascismo, Trosyky o Bujarin respecto al comunismo, el mismo Robespierre, ferviente admirador de Rousseau, no carecía de finura intelectual..etc. Sería absurdo por ejemplo que negáramos la conexión espiritual, entre la obra de Rousseau y la revolución francesa , por el hecho de que muchos que atizaron y se comprometieron con la revolución francesa eran zotes intelectualmente e incluso no entendían nada de Rousseau. Desde luego que si el marxismo no tuviera relación alguna con la “brutalidad simplificadora”, habría que acudir a lejanas galaxias para encontrar claves que permitieran comprender las purgas stalinistas, por ejemplo, la masacre “cultural” maoísta, o el paraíso de Pol Pot. Pero siguiendo nuestro caso doméstico, admitiendo que el marxismo no sea el causante de la zafiedad intelectual que nuestros neo marxistas leninistas demuestran, no es asunto de desconocer que constituye el ambiente mental en el que tal incuria ha prosperado. Desde luego podían haber salido más cultos y preparados, incluso en lo que al marxismo se refiere, lo que no sé si sería mejor, pero la ideología marxista suministra buenos argumentos para que sus seguidores se sientan poseídos del “derecho de pernada intelectual”, cuanto menos, corolario inevitable del convencimiento de su “superioridad moral”. Supongo que Savater estaría de acuerdo en que la ideología marxista, si bien no es la causante directa de tanta incuria, no ayuda demasiado a poner límites y sentido autocrítico a quienes en su nombre o en su espíritu se toman todo lo que atañe al problema y el valor de la verdad por una “perfomance” con la que cabe hacer unas risas o llamadas de atención, según confiesan que pretenden. Por último no me parece muy digno de alabar el voluntarioso esfuerzo que parece hacer Savater de amparar a Marx bajo el paraguas de la Ilustración. Lo que tal vez esté en el fondo de su idea. Pero eso sí que es una cuestión filosófica.






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