La histeria por el perro es hasta
cierto punto comprensible por la hiperexcitabilidad mediática, pero
lo del Consejero de Sanidad es chulería, desprecio e inhumanidad. Me
siento humillado como persona y ciudadano. Cada minuto de más que
siga en su puesto es un minuto más de vergüenza nacional. Ni cese,
ni dimisión, fulminación.
¡Pero quiero entender!.
¿Se ha hecho lo que se tenía que
hacer, dadas las circunstancias, aunque haya fallado la “política
de comunicación”?, ¿cuanto hay de exagerado y de justificado en
la crítica y el repudio a la gestión del gobierno?¿es la derecha
española en general y el PP “patosa” por naturaleza? ¿es “sólo”
un caso más de la irremediable propensión nacional a la
improvisación?
Parto de varios supuestos: que el
gobierno ha obrado de corazón y por justicia al repatriar y que ha
creído que estamos suficientemente capacitados para cumplir los
protocolos; que la preparación real estaba cogida con alfileres y
que sin la suficiente previsión se metió, nos ha metido, en un
fangal. que ante lo imprevisto de la extensión del contagio, que no
imprevisible, no ha tenido capacidad de reacción y ha dejado que el
miedo y la alarma se propague de forma incendiaria, con el
apagafuegos de la consejería de sanidad haciendo además de
pirómano.
¿Cómo entender algo?. Vayamos por
partes, de lo más general a lo más concreto.
1/La propensión nacional a la
improvisación. Por hacer una comparación tópica con los alemanes.
Están acostumbrados a planificar y nosotros a improvisar, pero para
ser más precisos a actuar desde la planificación y nosotros
desde la improvisación. Improvisan desde la planificación y
planificamos desde la improvisación. Que procedamos así no es en sí
mismo malo, todo tiene su parte positivo. Somos capaces de planificar
muy bien cuando asumimos la dimensión del problema, pero nos cuesta
prever el problema para el que tendremos que planificar. ¡Santa
Barbara!. En suma no es lo mismo pensar, una vez que te metes en el
asunto, que pensar sobre el asunto que te has de meter. Insisto en
que soy consciente de que me muevo en el tópico, pero no se pueden
cerrar los ojos desde un puritanismo positivista a la existencia de
hábitos y disposiciones culturales colectivas muy poderosas. En el
mundo global tan abierto a todo tipo de contingencias hay que estar
muy preparado para todo, aunque no sepamos exactamente para qué. Las
dotes de improvisación se desperdician sin previa planificación.
Nuestro déficit es de previsión y sobre todo de aprender a prever y
de ganas de prever, de salirnos de lo que tenemos delante. Esto,
igual que la voluntad, el tesón y la disciplina también se educa,
más bien se educa todo junto. Ya sabemos todos que la improvisación
por sí sola lleva a la chapucería aunque parezca todo de antemano
controlado.
2/La propensión de la derecha a la
incompetencia mediática. Es el indicio más evidente de su más que
presunta “patosidad”. Está formada en la creencia y el hábito
de que la comunicación sigue a la política y que la política de
comunicación es la comunicación que se hace después de haber hecho
la política. En suma, primero política y luego comunicación, o
luego política de comunicación si se quiere. Esto supone que el
efecto de una política en la opinión pública depende en lo
fundamental de la forma de comunicar esa política, una vez esta se
ha puesto en marcha. Por ejemplo se apuesta primero por una
determinada política sobre el aborto y luego se convence a la
opinión pública. La política de comunicación sería mero arte de
comunicación. Pero ahora más que nunca la comunicación es parte de
la política en sustancia, no
un accidente de la
política. Dentro de lo que hay que hacer está la previsión del
efecto, no sólo de los resultados prácticos en la economía o en la
vida de la gente, como propone la ética de la responsabilidad, sino
el efecto en la opinión pública. Este efecto es parte indisociable
de las medidas políticas, como, permitaseme el símil, la
interferencia del observador es parte del fenómeno, al menos en
mecánica cuántica. Y no es que el gobierno actual desprecie la
opinión pública o no la tenga en cuenta. Todo lo contrario, el
“arriolismo” se rige por el principio de que la opinión pública
manda. Pero para la derecha lo que en verdad cuenta es el efecto
consumado que alguna medida
tiene en la opinión pública. Se obedece a a la opinión pública
una vez se ha desatado y tomado posición. Pero cuesta mucho prever
el efecto. En preverlo la izquierda es consumada maestra. No así en
las consecuencias prácticas para la vida de un programa concreto,
por cierto.
3/El
estilo de gobierno. En la estructura piramidal de nuestros partidos y
de las instituciones gobernantes que tenemos, el estilo del
gobernante y del dirigente es determinante. Tanto en lo que se hace
manifiesto como en lo que se sugiere o da a entender. Toda la
pirámide tiende adaptarse o en casos más extremos, pero no
desdeñables, a mimetizar y emular. Con independencia de su
personalidad, dotes y preparación, creo no equivocarme si pienso que
para Rajoy la política comunicativa es el arte de no alarmar, en la
confianza de que “el sentido común”, propio de la buena gente,
acaba imponiéndose por sí mismo. Lo tiene tan asumido que
seguramente debe cree que no existe nada alarmante de
verdad, es decir nada que no
tenga arreglo si se procede a no alarmar.
En la
génesis de lo que amenaza ser una crisis nacional por el ébola,
sino se reconduce, se pueden observar algunas derivaciones de este
modo de proceder, que sin remediar la improvisación y la imprevisión
la multiplica cuando aparece lo que es digno de alarma. Parece
haberse seguido el principio de que “hacer lo mínimo es
suficiente, y hacer más puede ser alarmante y perjudicial”. Y lo
mínimo parece haber sido “cumplir los protocolos”, antes que
asegurarse estar preparados suficientemente para cumplir los
protocolos.
Conozco
esto por el sistema educativo. La Gobernanza se cree que funciona
sino “pasa nada”, lo que para ella significa: si nada
escandaliza. Funciona si parece que funciona y hasta cierto punto, en
relación a la opinión pública, hay algo de verdad en esto.
Pero
ante una crisis, tan súbita y desgraciadamente imprevista pero que
se podía haber previsto, como esta, lo que es aparece casi
instantáneamente. Aunque luego se exagere y la exageración forme
parte de los hechos. ¿Es extraño que a la vista de los resultados
el inevitable conocimiento de la improvisación e incompetencia
conmueva a la opinión pública?. Desde luego que no, pero es
sorprendente que el Gobierno siga paralizado, como si hubiera
decidido tirar la toalla.
Por
contra el PSOE ha demostrado entender el impacto en la opinión
pública de lo que sucede y la unión de sustancia que hay entre la
gestión práctica y la comunicación. Su apuesta por la
responsabilidad comunicativa y el apoyo responsable al gobierno
parece ser el primer tanto para reconstituir su imagen. Sería una
buena noticia que, en los futuros eventos, lo hiciera también en
nombre de la responsabilidad.
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