viernes, 10 de octubre de 2014

¡QUIERO ENTENDER!


La histeria por el perro es hasta cierto punto comprensible por la hiperexcitabilidad mediática, pero lo del Consejero de Sanidad es chulería, desprecio e inhumanidad. Me siento humillado como persona y ciudadano. Cada minuto de más que siga en su puesto es un minuto más de vergüenza nacional. Ni cese, ni dimisión, fulminación.
¡Pero quiero entender!.
¿Se ha hecho lo que se tenía que hacer, dadas las circunstancias, aunque haya fallado la “política de comunicación”?, ¿cuanto hay de exagerado y de justificado en la crítica y el repudio a la gestión del gobierno?¿es la derecha española en general y el PP “patosa” por naturaleza? ¿es “sólo” un caso más de la irremediable propensión nacional a la improvisación?
Parto de varios supuestos: que el gobierno ha obrado de corazón y por justicia al repatriar y que ha creído que estamos suficientemente capacitados para cumplir los protocolos; que la preparación real estaba cogida con alfileres y que sin la suficiente previsión se metió, nos ha metido, en un fangal. que ante lo imprevisto de la extensión del contagio, que no imprevisible, no ha tenido capacidad de reacción y ha dejado que el miedo y la alarma se propague de forma incendiaria, con el apagafuegos de la consejería de sanidad haciendo además de pirómano.
¿Cómo entender algo?. Vayamos por partes, de lo más general a lo más concreto.
1/La propensión nacional a la improvisación. Por hacer una comparación tópica con los alemanes. Están acostumbrados a planificar y nosotros a improvisar, pero para ser más precisos a actuar desde la planificación y nosotros desde la improvisación. Improvisan desde la planificación y planificamos desde la improvisación. Que procedamos así no es en sí mismo malo, todo tiene su parte positivo. Somos capaces de planificar muy bien cuando asumimos la dimensión del problema, pero nos cuesta prever el problema para el que tendremos que planificar. ¡Santa Barbara!. En suma no es lo mismo pensar, una vez que te metes en el asunto, que pensar sobre el asunto que te has de meter. Insisto en que soy consciente de que me muevo en el tópico, pero no se pueden cerrar los ojos desde un puritanismo positivista a la existencia de hábitos y disposiciones culturales colectivas muy poderosas. En el mundo global tan abierto a todo tipo de contingencias hay que estar muy preparado para todo, aunque no sepamos exactamente para qué. Las dotes de improvisación se desperdician sin previa planificación. Nuestro déficit es de previsión y sobre todo de aprender a prever y de ganas de prever, de salirnos de lo que tenemos delante. Esto, igual que la voluntad, el tesón y la disciplina también se educa, más bien se educa todo junto. Ya sabemos todos que la improvisación por sí sola lleva a la chapucería aunque parezca todo de antemano controlado.

2/La propensión de la derecha a la incompetencia mediática. Es el indicio más evidente de su más que presunta “patosidad”. Está formada en la creencia y el hábito de que la comunicación sigue a la política y que la política de comunicación es la comunicación que se hace después de haber hecho la política. En suma, primero política y luego comunicación, o luego política de comunicación si se quiere. Esto supone que el efecto de una política en la opinión pública depende en lo fundamental de la forma de comunicar esa política, una vez esta se ha puesto en marcha. Por ejemplo se apuesta primero por una determinada política sobre el aborto y luego se convence a la opinión pública. La política de comunicación sería mero arte de comunicación. Pero ahora más que nunca la comunicación es parte de la política en sustancia, no un accidente de la política. Dentro de lo que hay que hacer está la previsión del efecto, no sólo de los resultados prácticos en la economía o en la vida de la gente, como propone la ética de la responsabilidad, sino el efecto en la opinión pública. Este efecto es parte indisociable de las medidas políticas, como, permitaseme el símil, la interferencia del observador es parte del fenómeno, al menos en mecánica cuántica. Y no es que el gobierno actual desprecie la opinión pública o no la tenga en cuenta. Todo lo contrario, el “arriolismo” se rige por el principio de que la opinión pública manda. Pero para la derecha lo que en verdad cuenta es el efecto consumado que alguna medida tiene en la opinión pública. Se obedece a a la opinión pública una vez se ha desatado y tomado posición. Pero cuesta mucho prever el efecto. En preverlo la izquierda es consumada maestra. No así en las consecuencias prácticas para la vida de un programa concreto, por cierto.
3/El estilo de gobierno. En la estructura piramidal de nuestros partidos y de las instituciones gobernantes que tenemos, el estilo del gobernante y del dirigente es determinante. Tanto en lo que se hace manifiesto como en lo que se sugiere o da a entender. Toda la pirámide tiende adaptarse o en casos más extremos, pero no desdeñables, a mimetizar y emular. Con independencia de su personalidad, dotes y preparación, creo no equivocarme si pienso que para Rajoy la política comunicativa es el arte de no alarmar, en la confianza de que “el sentido común”, propio de la buena gente, acaba imponiéndose por sí mismo. Lo tiene tan asumido que seguramente debe cree que no existe nada alarmante de verdad, es decir nada que no tenga arreglo si se procede a no alarmar.
En la génesis de lo que amenaza ser una crisis nacional por el ébola, sino se reconduce, se pueden observar algunas derivaciones de este modo de proceder, que sin remediar la improvisación y la imprevisión la multiplica cuando aparece lo que es digno de alarma. Parece haberse seguido el principio de que “hacer lo mínimo es suficiente, y hacer más puede ser alarmante y perjudicial”. Y lo mínimo parece haber sido “cumplir los protocolos”, antes que asegurarse estar preparados suficientemente para cumplir los protocolos.
Conozco esto por el sistema educativo. La Gobernanza se cree que funciona sino “pasa nada”, lo que para ella significa: si nada escandaliza. Funciona si parece que funciona y hasta cierto punto, en relación a la opinión pública, hay algo de verdad en esto.
Pero ante una crisis, tan súbita y desgraciadamente imprevista pero que se podía haber previsto, como esta, lo que es aparece casi instantáneamente. Aunque luego se exagere y la exageración forme parte de los hechos. ¿Es extraño que a la vista de los resultados el inevitable conocimiento de la improvisación e incompetencia conmueva a la opinión pública?. Desde luego que no, pero es sorprendente que el Gobierno siga paralizado, como si hubiera decidido tirar la toalla.
Por contra el PSOE ha demostrado entender el impacto en la opinión pública de lo que sucede y la unión de sustancia que hay entre la gestión práctica y la comunicación. Su apuesta por la responsabilidad comunicativa y el apoyo responsable al gobierno parece ser el primer tanto para reconstituir su imagen. Sería una buena noticia que, en los futuros eventos, lo hiciera también en nombre de la responsabilidad.




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