“El nacionalismo, esa patología de
la sentimentalidad que otorga derechos privativos de los ciudadanos a
tribus, ríos, ámbitos geográficos, paisajes y, como hoy es el
caso, a lenguas, es esencialmente paradójica, sus efectos los sufren
los no infectados. Como la halitosis.” (Dr. Parmenio Blog de Santiago Gonzales)
Admirado Dr. Parmenio, lamento
discrepar de su planteamiento, por otra parte casi unánime en la
intelectualidad y en las élites políticas, sobre la forma de
entender la nación, el nacionalismo y el debate con los
nacionalistas. Estamos de acuerdo en el punto de salida y de llegada,
pero no en el tramo para llegar. Y me temo que el debate con los
nacionalistas se ha jugado en ese tramo y se ha dado por perdido de
antemano. Hay un equívoco intelectual que lo mina todo. Si hacemos
un repaso histórico, por sumario que sea, se pueden apreciar tres
formas de legitimar el estado nación, o si prefieren la nación
política: étnicamente, culturalmente o civilmente, como ámbito del
ejercicio de derechos civiles. La revolución francesa, americana o
italiana, la fundaron de esa forma, partiendo sin duda de una
historia y cultura relativamente común. La nación española lo
intentó hacer así en el XIX y aún lo seguimos intentando. Alemania
por el contrario apeló al nacer a una legitimación etnicista,
desplazando las iniciales legitimaciones civilistas. Hoy en Europa
predomina el entendimiento de la nación como ámbito soberano de
civilidad, aunque en las naciones eslavas prima la distorsión
etnicista.
Por no extenderme creo que la izquierda
y la intelectualidad en general ha contrapuesto artificialmente
ciudadanía y nación, como si la nación no fuera el ámbito y el
ámbito soberano en el que los ciudadanos pueden ser tales. Las
teorías que vinculan la nación exclusivamente a un origen étnico
común, extendidas por cierto en el ámbito anglosajón, dejan de
lado esta posibilidad, que comprende además la nación como el
resultado de la integración de diferentes orígenes étnicos ,
culturales y políticos. Creo que se ha concedido a los nacionalistas
secesionistas una bicoca al abdicar la intelectualidad y la clase
política en general, especialmente la izquierda, de la defensa de la
nación española como ámbito de civilidad, solidaridad y de
derecho. Precisamente en relación con ello no concibo como se puede
defender la ciudadanía sin defender la nación o el Estado nacional,
que en este punto es coincidente, como marco en el que es posible. Si
los españoles no tenemos la voluntad de ser responsables los unos
con los otros en el ejercicio de nuestros derechos civiles ¿por qué
seguir unidos? ¿por qué no ser un departamento francés o un
ciudadano francés o inglés quien así lo quiera? Tengo muy claro
que los nacionalistas no se sienten españoles y que objetarles en
nombre de la defensa de España se interpreta como una confrontación
de nacionalismos, para ventaja suya. A los nacionalistas es difícil
convencerlos, pero a quienes no tenían por qué ser potencialmente
nacionalistas se les ha dejado a la intemperie al no valorar el
elemental valor del patriotismo. Mientras, se ha concedido a los
nacionalistas la gran ventaja ideológica de tenerles que dar razones
para rechazar su objetivo separatista, mientras que debieran ser
ellos quienes dieran las razones de romper el ámbito de civilidad y
de solidaridad que es la nación española. Al fin ya al cabo al
defender la nación española no se contrapone una nación a otra,
sino unos lazos solidarios construidos históricamente y quienes
pretender romperlos tendrían que verse obligados, insisto, a
argumentar por qué. Hoy vivimos en el triste momento de que hay que
dar razones a muchos españoles, que se sienten así vitalmente, para
seguir siendo españoles como miembros de una entidad política
común. Y que eso no es nacionalismo sino elemental patriotismo.
El tema es muy arduo para tratarlo sin
duda tan superficialmente como estoy haciendo.. Pero espero animar a
que gente más cualificada pudiera ofrecer más claridad y ayudar
a superar lo que entiendo es un complejo incomprensible.
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